Suplemento Ovación (página 2),
Diario UNO de Mendoza, 19 de setiembre de 2004
Sueños y necesidades es lo único que tienen y a lo único que aspiran. Son nuestros pibes a esos que le mostramos el crack como modelo y salida. Son nuestros pibes, que con una pelota, sólo con una pelota, logran constituir un mundo, constituirse en el mundo, un mundo que gira alrededor de una pelota y que por momentos los evade de la violencia, la discriminación, el olvido. La cancha de un club, un potrero, la calle o una vereda con una pelota, ensoñación hecha realidad, todo pibe en su mundo es un crack, qué más...
es lo único que tienen y a lo único que aspiran.
Pero hay quienes manipulan sueños, y con estos hacen una industria. Los pibes tienen derechos, como los de no ser explotados, engañados, apropiados. De chiquitos ya entran en el juego del profesionalismo donde un ex jugador o técnico devenido en representante, manager o detector de talentos –y festejado por la prensa– los invita al juego de los grandes. “Decíle a tu papá que firme conmigo, conseguí el pase, que te llevo a Newell’s, Vélez, Boca, River, o a Chile”. Equipaje, y conducidos como malón, como obreros golondrina. Ingresan a un círculo de casualidades, mentiras, negociados y aniquilación de sueños e inocencia, para, en su gran mayoría, de volverlos a la misma cancha, potrero, esquina donde ya no habrá
sueños, sólo necesidades, y una eterna frustración, un desengaño perverso.
Quién controla a esos perennes y repelentes personajes. Esos que abren la escuelita de fútbol, la filial, apañados por quienes ponen el sello de un club o la liga y sobre todo por los padres. El papá que se acuerda de su hijo sólo algún sábado en la cancha, tomado como un simio del alambrado exigiendo, insultando, juzgando, asesinando el juego y una infancia.
Esos papás quemados que se suben al tren, muestran el puño, agachan la cabeza, e inculcan y esperan al Salvador, para arrodillarse ante su enviado en la tierra futbolera, el representante.
Quién controla a éstos tratan tes de pibes, que con el mismo discurso futurista seducen a miles para que algún día un contrato al exterior los salve. Estos tipos creen que los clubes son una fábrica y los niños mercancía. Los niños tienen sus derechos más allá de las costumbres, la economía, los representantes y sus padres.