Diario UNO de Mendoza (página 15), 13 de abril de 2016
Los franceses también levantan las banderas del ¡que se vayan todos!
Es
 indudable. Crecen el racismo, la islamofobia, el fascismo, el 
chovinismo, el neoliberalismo, que evidencian la ola de derechización 
que se viene manifestando en todo el mundo a través de los resultados 
electorales con las respectivas consignas y discursos de sus 
candidatos/gobernantes, con sus relatos de paradigmas ya fracasados y 
agotados. Ante toda esta coyuntura, hay un fenómeno que es ícono de la 
resistencia y que esta vez llega de la emblemática Plaza de la 
República, en Francia.
El fenómeno es el denominado
 Nuit Debout, que tiene la impronta del 15M español, el de los 
indignados del 2011; el del Occupy Wall Street del Movimiento 15-O en 
Estados Unidos, el de la Primavera Árabe surgida en Túnez en 2010; el 
del movimiento #yosoy132 que impacto en México en 2012, y quizás tenga 
mucho también de las asambleas surgidas en la Argentina en el 2001 como 
organización de quienes marchaban en los cacerolazos y participaban en 
las acciones piqueteras.
El Nuit Debout es un 
movimiento ciudadano motorizado en su mayoría sectores juveniles y 
estudiantiles, que comenzaron "tomando la calle" al marchar contra el 
proyecto de ley de reforma (precarización, flexibilidad) laboral del 
presidente Hollande; esos mismos jóvenes luego "tomaron la plaza": desde
 el atardecer se van reuniendo para que la noche los encuentre de pie en
 asambleas que buscan nuevas y democráticas formas de organización, para
 debatir como unir las luchas de los distintos sectores afectados por la
 economía, para curar las heridas que horas antes habían sufrido por la 
represión, esa que la ciudades "modernas" han legalizado para mantener 
sus calles limpias de disconformes, de utopías.
El Nuit Debout
 ataca directamente a la profundización de la crisis económica regional y
 global, vuelve a mostrar el rechazo a las elites, a los partidos y las 
formas tradicionales de la política. Es una crítica a la falta de 
representación que tienen las minorías.
Los 
franceses también tienen su ¡que se vayan todos!, el lema surgido 
espontáneamente en el curso de las protestas populares durante aquel 
sangriento diciembre de 2001 en Argentina. 
Por 
estos días en nuestro país el desencanto se extiende –y sus 
consecuencias están latentes–, quizás tapadas mientras el soberbio grupo
 en el poder de turno y el grupo relegado (ya sin la grotesca impunidad 
pero aún con aparato) sostienen su pelea por demostrar u esconder quién 
lava o lavó más (o menos) dinero, quién roba o robó más (o menos), en un
 contexto donde la economía se concentra aún más con sus consecuentes: 
más pobreza, desocupación, encubrimientos y privilegios.

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