Diario UNO de Mendoza (página 10), 21 de octubre de 2015
Pero más allá de la propaganda, las operaciones apelan a sutilezas que buscan potenciar el relato, generar hipotéticos escenarios y hasta jugar con la simbología de algún otro relato y de algún escenario de otro tiempo. Un telón ficcional y complejas sensaciones son lo que nos ofrece el mercado electoral en una góndola que huele a pescado podrido.
Los números van y vienen, y la dureza de estos se sostiene en especulaciones presentadas como si fueran auténticas e irrefutables verdades absolutas, y así aparecen los especialistas con las cifras de las inflaciones, los tipos de cambio, los pobres. Dicen que todo lo miden, le ponen un número y a este le hacen decir algo (en las promesas de campaña es con un número, también, con que se figura el cambio que no será cambio). También son números las deudas, los créditos y lo que les faltará. Pero en el tema de las cifras y las estadísticas, lo que sobresale son las encuestas, con ese punto y medio, esos 10 de diferencia o esos 40 y aquellos 16 que dicen que son 26. Cada número depende del encuestador; el encuestador, del candidato, y el candidato, de su asesor que decide la simbología estratégica de la cifra para generar expectativas (falsas y/o nuevas) para que los porcentajes se acerquen a la inversión que se viene realizando. Hay mucho por devolver y los números nunca les dan.
Hablábamos de la foto. Esas imágenes que reparten con propios y ajenos; esas sobreiluminadas, que rejuvenecen, y también esas en una mesa con el mate y las tortitas, a unas cuadras del lejano mundo del candidato millonario, pero que resulta simpático en el centro de la composición.
El populismo nos ha dejado tantas enseñanzas que no se pueden desaprovechar –y menos para un spot–. Un pobre no se le niega a ninguna publicidad: no solo vende, también atrae votos, y son votos, cada vez son más.
Otras imágenes –quizás más ambiciosas– han mostrado al Daniel con algún “líder mundial”, seguro que la idea es mostrarlo como el estadista que un país se merece para su futuro tan cercano. Y así lo vemos con Tabaré, Dilma y hasta con Raúl Castro, quien lo llama amigo; acá el epígrafe jugará para el relato, unos buscarán mostrarlo al ex motonauta en las filas revolucionarias, aunque los hermanos Castro hayan terminado de sellar la traición de la revolución.
Y así flamearán tras Daniel las banderas con el ícono del Che, más allá de que si el comandante viviera estaría cercado por la Bonaerense, y Sergio Berni ya le habría mandado la Gendarmería.
Propaganda de números forzados, imágenes forzadas, y una realidad forzada.
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