Diario UNO de Mendoza (pag. 10), 21 de agosto de 2013
Empuñar la acción mas allá de un lenguaje finito de sensaciones y palabras encontradas
El lenguaje, finito, acota y también estimula la confusión. Por ejemplo, nombraron la arcada, y bien podría tratarse de ese elemento arquitectónico que forma un arco vertical y está relacionado con aberturas,
iluminación, molduras. Con un lugar de paso, un pasaje. Una estética y un concepto, hasta significantes de alguna cultura.
"Nudo en el estómago. Grabado. De Plana Sabatez. |
Aunque arcada también podría hacer referencia a los movimientos, a los espasmos, del estómago que ascienden y suman gesticulación y sonidos anticipando el vómito.
Hay arcadas que nada tienen que ver con los arqueos, esos que nacieron midiendo la talla de los buques y terminaron dibujando los números para que las contabilidades financieras dijeran lo que tenían que decir antes del arqueo.
Pero volvamos a la arcada que libera los dientes apretados. Esa que lleva yuxtapuesta la náusea, esa de la que escribió Sartre, esa que aparecía como algo nuevo, que poseía y que había que comprender para existir. “La existencia no es algo que se deja pensar de lejos: es preciso que nos invada bruscamente, que se detenga sobre nosotros, que pese sobre nuestro corazón como una gran bestia inmóvil; si no, no hay absolutamente nada”.
Se construyen existencias y el lenguaje finito acota para disimular las náuseas o para expropiarles su sentido.
Y ahí están las arcadas, esas para que personas, personeros y efigies pasen bajo ella, les den sombra y les anuncien el paso a un nuevo espacio. También están las arcadas esas que se producen ante el hedor de las manifestaciones contaminantes, apestosas e impunes, como las cruces esvásticas pintadas en Maipú. Y también está la náusea, esa que necesitamos empuñar de conciencia, de resistencia y de acción; esa náusea que sepa que la xenofobia y el racismo que llevan esas esvásticas no rememoran, sino sostienen y reafirman una sociedad xenófoba, racista, patriarcal y explotadora.
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