Serán cientos de millones o quizás muchos más el número de muertos que el monoteísmo viene dejando en un mundo donde el fundamentalismo religioso asesina a diario, avanza, abusa, y en nombre de su dios forja ideas, formas y costumbres. Genocidas, etnocidas, feminicidas...
Religión y poder, siempre aunados en la imposición o sostenimiento de un modelo político que se adecue a los intereses económicos de alguna minoría.
Tienen sus ejércitos, bendicen las armas y contratan sicarios, justifican matanzas y movilizan perdones y condenas.
Con sus socios inventan países para invadir otros. Invierten en la bolsa, crean escuelas para adoctrinar en el miedo y el prejuicio.
En el mundo se habla del último ataque fundamentalista en París por parte de un grupo extremo islamista, uno de esos tantos que alguna nación occidental, cuya religión de sus mandatarios no es la misma, los banca por sus intereses en común más allá de las correctas y necesarias condenas públicas envueltas en una hipócrita retórica senciblera y electoral. Y así la bestialidad islamista tapa la sionista y le da espacio a la cristiana para esconder su tenebroso pasado.
Todos son Charlie, una gran mentira.
El fundamentalismo esta en todos lados, esta cerca, está donde haya alguien que diga hablar en nombre de dios. Si la revista Charlie Hebdo hubiera sido mendocina lo más seguro es que en más de una tapa no habría faltado la caricatura del cura Pato Gómez, el párroco que en 2011, en una actitud inquisidora, decidió, en nombre de sus sagradas creencias, subir a un escenario para censurar al grupo coral Lutherieces que actuaba ante 10 mil personas y satirizaba el celibato sacerdotal. El religioso, intolerante y prepotente, decidió terminar con la libertad de expresión, con el arte y fue avalado por los grupos de poder y políticos que le dan lugar...
Días después se justificó interpretando a su religión, con comentarios pedófilos y en los que hacía apología de la violencia sexual. El inquisidor tenía detrás cientos de años de genocidio como para mostrar su accionar como algo pequeño y aislado.
Todos no son Charlie Hebdo. El semanario francés fue censurado, boicoteado, criticado y mansillado antes del ataque que terminó reuniendo a principales líderes políticos, muchos de los cuales necesitan del fundamentalismo religioso para bajar o subir el precio del barril de petróleo o para poner un dictador que les facilite plantar bandera sobre los últimos recursos naturales que le quedan al planeta.