Suplemento Ovación (página 2),
Diario UNO de Mendoza, 11 de abril de 2004
Qué fue del club, de esa conquista de un espacio físico de vecinos, gremios o cultores de una disciplina en común, de autocontención, desarrollo y proyección. En pocas décadas los cambios económicos terminaron
por no cambiar la economía pero sí por destruir las organizaciones de base, las de abajo, las fundamentales, las horizontales, las populares, las de la gente.
La moda fue la tercerización, el gerenciamiento, sutilezas de privatización. Se exportaron modelos y se intenta implantar sobre las ruinas de lo que fue e intenta sobrevivir.
Empresarios, dirigentes federativos y funcionarios se han distanciado del club y su gente. Han generado una macroestructura donde buscan hacer del deporte algo distinto.
En el fútbol, por ejemplo, se han llevado a cabo alianzas ambiciosas –más políticas que sociales– que terminan en fusiones que desdibujan el color de las casacas y se alejan del sentimiento de sus hinchas y la historia de las instituciones (como la Asociación Atlética Luján de Cuyo). Las gerenciadoras, salvo excepciones, han asumido una apropiación de los deportistas que son vistos como mercancía, aunque en nuestro medio recurren a la costumbre de contratar jugadores y técnicos foráneos integrantes de un repetitivo séquito de abonados que queman sus últimos cartuchos y que con su desgano les quitan la posibilidad a los jóvenes locales.
Van de un club a otro como salvadores de la nada. Se trata de grandes inversiones, pensadas en un desprolijo corto plazo, que agonizan y fracasan sobre sí mismas sin ninguna planificación para el futuro.
Los socios y simpatizantes ya no tienen injerencia en los clubes. Un pequeño grupo se encarga tanto de lo dirigencial, gerencial como del mercadeo de deportistas.
Pero las federaciones y asociaciones también son cómplices de esta situación: con sus hombres fuertes han tomado un distanciamiento de las instituciones base.
Otro ejemplo es nuestro ciclismo, donde todo se mueve alrededor de dos escuadras (sponsors) y los clubes sólo son sellos ajenos al deporte pero bancados por algún dirigente, quien los usa para el día eleccionario.
En el boxeo todo gira alrededor de los clubes y gimnasios, que crecen y proliferan, pero ninguno tiene personería jurídica y representación real en la Federación Mendocina, compuesta por instituciones fantasmas en la práctica pugilística.
Como generalidad y salvo un par de disciplinas, el deporte mendocino sigue en baja, profundiza su crisis y se consolida como colero en el país. Mientras sigan intentando copiar formatos foráneos, buscando la popularidad y la masividad terminarán construyendo sobre el aire la nada, más allá de grandilocuentes nombres y proyectos.
Pero no todo es tan negro. Aún se puede seguir creyendo. El rugby –más allá de haber perdido su moral amateurista– supo cuidar y potenciar sus clubes, una cuidadosa organización federativa que terminó con la
concreción para Mendoza del Campeonato Argentino. Hay expresiones más populares, como los gimnasios de boxeo que crecen en el anonimato, o como con el fútbol, donde el Atlético Argentino está siendo reconstruido por sus hinchas, quienes buscan fomentar las inferiores y refundar, después de 12 años, el comedor comunitario.
El club es algo más que un sello: es identidad, historia, solidaridad y objetivos comunes.
Será sólo con éstos y desde éstos donde se podrá reconstruir nuestro deporte.
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