Suplemento Ocación (página 2),
Diario UNO de Mendoza, 4 de julio de 2004
La semana pasada decíamos que, desde hace un tiempo, hinchas y dirigentes le piden a la prensa local que se ponga la camiseta de Mendoza –o sea, la de un club o representante mendocino– y concluíamos en que el periodista está obligado a poner distancia entre los hechos, sus protagonistas y de sí mismo como periodista, ante la exigencia de una pretendida objetividad.
El comunicador tiene la obligación de informar, de acercar los datos y los hechos necesarios, de opinar sobre los protagonistas y actores de la vida pública y sobre aquellos que ejercen el poder. No debe ser hincha ni se tiene que poner la camiseta aún con las mejores intenciones. Debe utilizar la objetividad en el buen periodismo, que consta en no ser objetivo, o sea, poner de manifiesto la posición. Además de ser periodistas mendocinos, debemos dilucidar y exponer que la realidad es interpretada social, histórica, política y éticamente. No ocultar desde qué perspectiva se observa y abrir el abanico para democratizar un análisis crítico e interpretativo. Como periodistas, estamos determinados.
Se trabaja sobre la construcción de la realidad; nuestro punto de vista se relaciona con lugares comunes al lector, esos que nos determinan como sujetos sociales.
Si ya, en forma determinada, elegimos que Mendoza sea el centro de nuestro mundo, eso no quiere decir que deformemos aún más la realidad, que festejemos lo infestejable, que justifiquemos lo injustificable.
Rescatar lo mendocino –el club, el deportista, el personaje– tiene sus riesgos, ya que con facilidad podemos caer en el exitismo o el pesimismo.
La globalización parece imponer un modelo universal, de pensamiento, de juego, de escenificación y, sobre todo, de “negociación”: todo es visto como producto y lo que no tiene valor en el mercado no existe. Con
esta lectura sólo nos tendríamos que encargar del deporte-industria y en Mendoza éste no existe, y cuando algo se esboza, se nos pide que le rindamos pleitesía.
El método comparativo (y eso que las estadísticas están a la orden del día en materia deportiva) es otro de los grandes enemigos y del que también es difícil escapar, sobre todo cuando se hace eje en los resultados:
ganar o perder. ¿Ser o no ser? Hay algo más que números; son el producto de un proceso. Dicen mucho y ocultan aún más.
Quieren que nos pongamos la camiseta, que seamos hinchas, pero seríamos más útiles y honestos si pudiéramos evitar enceguecernos y ver que los resultados son algo más que un número, y hasta pueden ser contradictorios con procesos más importantes.
Más allá de la experiencia deportiva, tenemos que analizar esos pequeños mundos que son cada deportista, cada club, cada organización; éstos son diferentes, son únicos, y como tal, encaran cada “competencia” y enfrentan la coyuntura desde sus propias experiencias socioculturales.
El periodista puede tener simpatías, y seguro que su punto de vista no es neutral, pero el del hincha es cerrado, acotado, inflexible y principalmente intolerante. Al no tener márgenes, el “periodista hincha” niega
la posibilidad que le brinda la reflexión sobre su propia actividad y el análisis de los hechos como una sensata autocrítica.
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