Suplemento Ovación (página 2),
Diario UNO de Mendoza, 18 de julio de 2004
Ya se habló de la estrategia, de las acciones, del resultado. En el deporte se gana y se pierde, es simple, sencillo, pero hay algo más, siempre hay algo más.
El boxeo es una de las disciplinas más antiguas, populares, profesionales y mercantilizadas, que dejan al desnudo la realidad de nuestro deporte, sobre todo si se la analiza desde la coyuntura que abraza a un ídolo popular de nuestra provincia.
Pablo Chacón llegó como un enroque, como un remplazo salvador. Ya estaba todo el show armado en Dallas y no se podía caer. A tres semanas de la pelea, el inglés Gavin Rees, oponente de Mike Anchondo,
se encontró con que la agencia de control deportivo de su país le prohibió combatir por estar excedido de peso, por lo que agenda en mano la oferta terminó llegando al representante del mendocino, quien con el
consentimiento de éste aceptó el compromiso.
Está en claro que acá la consigna es no desaprovechar las pocas oportunidades.
Un gran negocio: un visitante con un gran récord, un gran estilo, coraje y sin una preparación acorde. Derrota y espectáculo asegurado.
Es cierto que las entidades mundiales de boxeo son impresentables, influenciables, donde dirigentes y promotores hacen valer la cotización sobre lo deportivo y donde el boxeador como persona no tiene ningún
valor. Es cierto que lo que menos se protege es la integridad física y psicológica de los deportistas ya que son simplemente mercancía. Es cierta la relación entre las grandes cadenas de TV y los entes federativos,
cuyas autoridades devenidas en tratantes de gladiadores posmodernos son impunes y poderosas.
Pero aún hay más diferencias, ya que están los periféricos. Los púgiles del Tercer Mundo son un eslabón rentable: económicos, manipulables y brindados al show.
Pero esto no sólo está aceptado, sino festejado. En una cultura de exilio económico, unos pocos dólares justifican todo, aun viajar casi solo, sin su gente, su entrenador, su preparador físico, sus sparrings. En síntesis, sin su contención deportiva y afectiva, sin la preparación acorde.
De una forma u otra en nuestro país no hay interés en reglar para proteger y controlar, para forzar una mínima posibilidad para llegar en igualdad de condiciones.
Por otro lado, justificamos y proyectamos ensoñación, exitismo y un falso heroísmo. Acostumbrados a autojustificarnos sobre una tradición de realismo mágico, picardía y casualidad tomamos algo para determinarlo como predominante.
Si queremos ver, la realidad se desnudó sobre Julio Pablo Chacón, quien esta vez no pudo transformar la obviedad, por lo que los buitres y detractores tendrán para un largo festín para atacar sobre su persona olvidando el contexto organizacional de fondo.
Aunque parezca contradictorio, el mismo Chacón viene trabajando desde hace rato para que la historia cambie, por lo menos para los suyos, construyendo un gimnasio de primera, integrando profesionales de distintas áreas para una preparación integral, buscando que sus púgiles tengan contención de todo tipo para no terminar boyando y usados por ahí, y sobre todo inquiriendo los mecanismos para que se desarrollen en su profesión, la de boxeadores.
Y más contradictorio se presenta, pero la derrota deportiva de Chacón significó y demostró un triunfo de su lucha personal, sus consignas y proyectos. ¿Habrá quien lo entienda? ¿Habrá quien lo apoye?
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