lunes, 22 de noviembre de 2004

los egoísmos empequeñecen nuestro deporte

Suplemento Ovación (página 2),
Diario UNO de Mendoza, 22 de noviembre de 2004


Pequeños egoístas, engreídos y soberbios conducen nuestro deporte. Ya es hora de que tomemos conciencia de nuestra intrascendencia deportiva,  de buscar alianzas y uniones que nos permitan crecer en vez de abandonar a cada una de nuestras disciplinas a un ostracismo creciente, de círculos de desconfianza, internas y desaparición.
Nuestros equipos apenas si llegan a las etapas de ascenso, donde parecen quedarse a vivir por siempre, como en el fútbol:  Godoy y San Martín ya no generan expectativas.
En el vóleibol volveremos a probar para intentar en un certamen que puede dejar un equipo local en la elite nacional, siempre con la amenaza de que por una razón u otra aborten el proyecto.
En el básquetbol, un deporte con historia y de gran convocatoria, parece que el único horizonte está para adentro; como en el hockey sobre patines, donde  se extiende la brecha con los sanjuaninos.
Brecha aún más pronunciada en el ciclismo, que en otras épocas a esta altura convocaba multitudes.
Quizás marque  la diferencia el hockey sobre césped, aunque la falta de una cancha de sintético de agua amenaza con relegar el potencial alcanzado, y el boxeo, que en cantidad y calidad vuelve a lo que supo tener hace 20 años.
Pero sin promotores ni calendario todo puede desvanecerse.
Volvamos a nuestras pequeñeces y egoísmos: ya se manifiestan los celos por la intención de que Mendoza sea sede del Mundial de rugby para menores de 21 años, cuya inversión significaría mejoras e implementos para 12 clubes.
Podríamos hace una lista casi infinita y entenderíamos el porqué de la falta de expectativas, de convocatorias, de referentes e ídolos. En una provincia tan grande no hay un autódromo con todas las comodidades, no hay un estadio único, no hay ideas, no hay inversión; sólo hay pequeñeces y egoísmos. Las víctimas son nuestro deporte y los deportistas, quienes ven cómo se truncan su trabajo y aspiraciones.

domingo, 14 de noviembre de 2004

La intolerancia tiene formato de superclásico

Suplemento Ovación (página 2),
Diario UNO de Mendoza, 14 de noviembre de 2004


Pasó el superclásico, el River-Boca, el ícono de nuestro fútbol. ¿La popularidad, lo pasional del balompié existiría sin su entorno?, seguro que no. Folclore de banderas, cánticos, y cargadas.
Tradición, rito de violencia, intolerancia y enajenación. Se proyectan dos bandos por casi inentendibles simpatías futbolísticas y se teje todo un armazón ideológico, moral y político detrás de ello.
Casi la mitad de las banderas que llevó la hinchada de River eran argentinas. El emblema nacional empuñado como arma nacionalista, chovinista, xenófoba.
Mostrar al otro como extranjero como el lindante, el de la frontera cultural, acusar al de enfrente por sus huellas provenientes de los pueblos originarios. La broma hecha racismo.
Después llegaron las cargadas, los afiches (institucionales y costosos), otra parte de la  ceremonia donde
el ingenio trabaja con recurrentes estereotipos, sobre todo de violencia sexual, de sexismo.
El fútbol no deja de mostrar una sociedad patética que en las tribunas y las calles aprovecha para dejar fluir su mierda intelectual, sus odios y represiones.
Esplendor aceptado hasta la revancha, y luego habrá otra para sublimar sobre esta pobreza, que es mucho más fácil que denunciarla y cambiarla.El entorno hace al objeto y sobre este se reconstruyen los sujetos.
Hace rato que el fútbol se escapó del deporte, que el deporte se escapó del deportista, que el deportista se escapó de su humanidad.
Por acá los hinchas en un acto masoquista y suicida ingresaron a la cancha, golpearon a sus propios jugadores y condenaron a su equipo (vía sanción) a un casi seguro descenso. ¿Tienen la culpa el club de sus hinchas? ¿Qué sería un club sin sus hinchas? Como esos dirigentes que se  acuerdan de un torneo al que subestiman e ignoran, dos semanas antes del final y para no descender ponen a los profesionales.
El entorno es el fútbol, el entorno no tiene códigos, es poderoso e impune.

lunes, 1 de noviembre de 2004

El candado fácil parece que está de moda

Suplemento Ovación (página 2),
Diario UNO de Mendoza, 1 de noviembre de 2004


Un candado a las puertas que llevan a las tribunas. Una platea ahogada de silencio y los matices del verde de la cancha pueden disfrutar del limpio y tranquilo juego de los niños.
Podríamos verlo así ya que durante el fin de semana en tres clubes no se permitió el ingreso de público (padres) en partidos de inferiores, como sanción a hechos de violencia.
Pero la censura nunca es solución, sólo es prohibición, proscripción.
Y volveremos a lo mismo: no a los matices del verde, sino al de los grises de nuestra sociedad. Un ejemplo:
River apela interponiendo “sus derechos” para que el Barcelona no se lleve a un pibe de 12 años, y el mismo River recluta, con mayor descaro, por el interior a pequeños jugadores. Ergo, una mercantilización brutal. Tediosos entrenamientos diarios, una concepción resultadista, y una presión desmedida, es lo que ofrecen los clubes.
Y así llega al sábado. Qué podemos esperar con dirigentes miopes, entrenadores militarizados y padres
enajenados que sueñan con un contrato, una tajada. Se juega más que un partido, no se juega, sólo vale
mostrar la individualidad y todo lo demás son enemigos: los rivales, el árbitro, y hasta los compañeros. El
pibe se desvive por el entorno, y el entorno se olvida que se trata de un pibe, al que se lo maltrata y desprecia con insultos, reclamos y son testigos o víctimas de violencia física.
Cierran las puertas de la cancha, y después los chicos volverán a la casa y se encontrarán con esos mismos padres, esos que también son dirigentes, que creen que el fútbol es todo. Creer que a los 12 o 13 años ya se puede definir a un chico como al crack del futuro es una imbecilidad tan grande como los que quieren una “colimba” para los excluidos del sistema educativo y laboral.
Los clubes se tendrían que preocupar por contener a los niños, sobre todo por lo que no reciben de sus padres, y la Liga debería contener a los clubes. Pero para eso tendríamos que pensar una sociedad que
revalorice los aspectos humanos más elementales.
Por ahora sólo valen los contratos y los candados. Pocas ideas, pero rentables y eficaces, pero medio asquerositas, ¿no?