lunes, 1 de noviembre de 2004

El candado fácil parece que está de moda

Suplemento Ovación (página 2),
Diario UNO de Mendoza, 1 de noviembre de 2004


Un candado a las puertas que llevan a las tribunas. Una platea ahogada de silencio y los matices del verde de la cancha pueden disfrutar del limpio y tranquilo juego de los niños.
Podríamos verlo así ya que durante el fin de semana en tres clubes no se permitió el ingreso de público (padres) en partidos de inferiores, como sanción a hechos de violencia.
Pero la censura nunca es solución, sólo es prohibición, proscripción.
Y volveremos a lo mismo: no a los matices del verde, sino al de los grises de nuestra sociedad. Un ejemplo:
River apela interponiendo “sus derechos” para que el Barcelona no se lleve a un pibe de 12 años, y el mismo River recluta, con mayor descaro, por el interior a pequeños jugadores. Ergo, una mercantilización brutal. Tediosos entrenamientos diarios, una concepción resultadista, y una presión desmedida, es lo que ofrecen los clubes.
Y así llega al sábado. Qué podemos esperar con dirigentes miopes, entrenadores militarizados y padres
enajenados que sueñan con un contrato, una tajada. Se juega más que un partido, no se juega, sólo vale
mostrar la individualidad y todo lo demás son enemigos: los rivales, el árbitro, y hasta los compañeros. El
pibe se desvive por el entorno, y el entorno se olvida que se trata de un pibe, al que se lo maltrata y desprecia con insultos, reclamos y son testigos o víctimas de violencia física.
Cierran las puertas de la cancha, y después los chicos volverán a la casa y se encontrarán con esos mismos padres, esos que también son dirigentes, que creen que el fútbol es todo. Creer que a los 12 o 13 años ya se puede definir a un chico como al crack del futuro es una imbecilidad tan grande como los que quieren una “colimba” para los excluidos del sistema educativo y laboral.
Los clubes se tendrían que preocupar por contener a los niños, sobre todo por lo que no reciben de sus padres, y la Liga debería contener a los clubes. Pero para eso tendríamos que pensar una sociedad que
revalorice los aspectos humanos más elementales.
Por ahora sólo valen los contratos y los candados. Pocas ideas, pero rentables y eficaces, pero medio asquerositas, ¿no?

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