domingo, 28 de agosto de 2005

Dícese amateur, el profesional de la hipocresía

Suplemento Ovación (página 2),
Diario UNO de Mendoza, 28 de agosto de 2005


Sociedad, política(s) y mercado.Historia, tradición y coyuntura. Esparcimiento, amateurismo y profesionalismo. Valores distintos que se confunden, mezclan y se contradicen, y que hacen a la realidad de nuestro deporte.
La globalización y fuerte mediatización del deporte lo han profesionalizado de manera impensada generando estructuras y expectativas difíciles de sostener.
El deporte ya no es símbolo de nacionalismo y soberanía, tiene una constitución universal, una escalera donde el ascenso por ranking, clasificaciones y categorías le dan un marco ecuménico.
En nuestro medio ya no sólo el fútbol, el básquetbol y el boxeo tienen una estructura profesional en su esencia, en sus bases, también sucede hoy, entre otros, con el tenis, el hockey sobre césped, el rugby.
En los torneos, la proyección apunta a reafirmar la figura del equipo o el atleta en la alta competencia, lo que
significa clasificar a torneos profesionales o en casos individuales emigrar (como en el del rugby o el hockey sobre patines y sobre césped) a otras latitudes donde la práctica de la disciplina es rentada, paga.
Apenas un pibe sobresale en su actividad, la que comienza a practicar en nuestro medio como un divertimento, como un esparcimiento, ya es maquinado, promocionado para “colocarlo” –vía manager o representante– en un club profesional. O se les busca esponsors y se trabaja sobre “la imagen” del mismo.
El alto rendimiento hoy es sin duda profesionalismo, lejos quedaron las aspiraciones amateuristas. Un título
juvenil o una buena participación olímpica significa plataforma para una carrera rentada.
Sobre viejas estructuras Mendoza construye un deporte disociado de la realidad a la que aspiran los deportistas, la que difundimos los medios. Disociadas e hipócritas: fundan un club para la contención social y tanto técnicos como dirigentes promueven a los chicos para negociarlos al exterior, los padres los llevan al
club para que “se entretengan” y les exigen ser Ginóbili, Coria o Riquelme.
Realidad hipócrita, pobres resultados.

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