Suplemento Ovación (página 2),
Diario UNO de Mendoza, 16 de octubre de 2005
Con una naturalidad incomprensible y exasperarte, el tema de conversación en Sudamérica fue si la Selección argentina de fútbol fue a menos ante su par uruguaya en el cierre clasificatorio para el Mundial de
Alemania 2006. Antes y después del partido se tejió un complejo entramado de dudas, fantasmas, trascendidos, suspicacias, antecedentes sumado a complejas interpretaciones de orden histórico, cultural, y hasta geopolítico.
Convertido en ritual, el fútbol adquiere hasta códigos místicos e ir a menos es una categoría que parecería impenetrable, pero sin ninguna vergüenza es un valor más, ya naturalizado, en el espectáculo todopoderoso
que manipula sin resentimientos al juego.
El “Ir a menos” debería producir asco y ser denunciado, condenado.
Ir a menos es corrupción, putrefacción, delito, estafa, traición.
El juego vencido a los pies del espectáculo, el hincha contradictorio, feliz del romanticismo nacionalista aunque soporte consolidado, como espectador-consumidor, del triunfo de los valores de la empresa sobre
la sociedad civil, de la rentabilidad sobre la utopía.
“Rioplatenses” o “Andinos”, sí, increíbles categorías para justificar vaya a saber qué en el orden globalizado de uno de los beneficiosos brazos de la FIFA, las Eliminatorias Sudamericanas.
Múltiples identidades conforman cada selección, tan símiles entre ellas con jugadores de estilos e ingresos europeizados más preocupados por encontrar la plataforma para mostrar su producto que por escenificar ese ritual, que es el juego fútbol.
Es válido desconfiar, pero no naturalizar. Ir a menos es traicionar a los suyos, a los que depositan afectos, sentimientos, expectativas, tiempo y valores en el fútbol y sus protagonistas.
Perversidad periodística o realidad. Ir a menos no sólo es “venderse”, es ir con la pierna blandita, no exigirse al máximo, pero también es regocijarse con un acto de corrupción, no denunciarlo, no criticarlo, no asquearse.
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