Suplemento Ovación (página 2),
Diario UNO de Mendoza, 23 de abril de 2006
¡Cómo necesitamos de los clásicos! ¿Qué sería del deporte sin los clásicos? Un clásico, además de un autor
u obra artística consagrada, es un modelo digno de imitación según su significado más simple.
Todo lo que se repite un par de veces, que genera algunas expectativas, que encuentra un antagonista viene perfecto para inventar un buen clásico para el deporte, para el de acá o el de un poco más allá. Si a estos se les aporta una buena dosis de notoriedad, se lo muestra como hito o huella (para el futuro de la humanidad deportiva), lo más seguro es que se repita, y listo, la fórmula perfecta. Si bien lo clásico rememora el pasado y un estilo consagrado, para qué ir tan atrás si nos queda poco tiempo y el que llenó dos veces un estadio mañana tendrá una clásica reaparición.
Reencontrarse con el rival ya es un clásico si le agregamos un par de estadísticas y algún que otro comentario algo picante.
También se relaciona lo clásico con la tradición, o que pertenece a un período, o que sigue ciertos lineamientos estéticos, por ejemplo en el deporte se habla del “cinco clásico”, o sea aquel que no es carrilero, que corre poco, que levanta la cabeza y que tiene pocas chances de ir a un Mundial.
Aquí lo clásico se relacionaría con lo que tiende a desaparecer o está bien guardado en un archivo.
Pavlov se ganó un Premio Nobel gracias a un clásico, la teoría del condicionamiento clásico, pero qué tendrá que ver la baba de los perros, algo, si se trata de canes puntanos educados por clásicos policías, que le arruinaron la vida al profe Moreno en un partido que no alcanzaba ni para clásico cuyano.
Para ser nominado para ingresar a la categoría de clásico no hace falta mucho, se puede con: ser vecinos, presentarse en el Luna Park, discutir con el rival por problemas extradeportivos, jugar en el estadio provincial por decisión del Consejo de Seguridad, salir dos veces en la tapa del suplemento deportivo.
¿Qué sería del deporte sin los clásicos? ¡Cómo necesitamos los clásicos!
La mentira es un gran clásico.
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