domingo, 8 de abril de 2007

A los pibes los condenan a la frustración

Suplemento Ovación (página 2),
Diario UNO de Mendoza, 8 de mayo de 2007


Hace unos días recorrían el mundo las desagradables imágenes de la joven nadadora ucraniana Kateryna Zubkov golpeada por su padre y entrenador, Mihail Zubkov, quien reprobó la baja performance de su hija durante una de las pruebas en el Mundial de natación en Australia.
Si bien eso sucedió en otro continente y fueron las cámaras las que potenciaron el hecho como inusual, descontextualizado y eventual, terminó como un caso policial. No se trata de algo inusual, descontextualizado y eventual. Se da en todos lados y sobre todo en nuestro deporte. Hay técnicos padres, y todos los padres son “técnicos”. Los pibes sufren constantemente una presión extra, tan extra que les hace perder la idea de lo lúdico del deporte, que a esas edades debería ser un juego. Y los niños y los adolescentes tienen sus derechos: estudiar y jugar (sí, jugar), compartir en vez de competir, divertirse en vez de sufrir.
Los papás, con la idea de un futuro mejor para sus hijos (y por qué no también para ellos), de extender sus proyectos (frustrados), enrocan el acompañarlos en el desarrollo de una personalidad centrada con conceptos más solidarios en preceptos del impulso de un oficio, de un trabajo.
Y lo hacen de muchas formas: muchas veces, presionarlos a hacer algo que no les gusta; colgándose de un alambrado a insultar a sus propios vástagos, compañeros de equipos o rivales; arrastrándolos a los medios, acompañados por un manager, para mostrarlos como las futuras “figuras” del deporte mundial.
Sin querer, les inculcan modelos foráneos y excepcionales, los presionan. Les roban la ingenuidad y la solidaridad, y les recalcan un individualismo extremo.
Sin buscarlo, los condenan a la frustración, al fracaso.
El deporte, para los chicos, debe ser un juego no un trabajo; debe ser un complemento de la educación y el ocio. Debe servir para la realización y no para un naufragio. Si bien controlar a los padres es casi imposible, desde el Estado se debería controlar quién está a cargo de los pibes en los clubes y qué se hace con ellos.

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