Lanzan la campaña, y a los afiches y el spot les suman esos “datos científicos” que les demanda la estrategia
El “no sabe, no contesta” no te lo cuentan. El “tiene 99% de imagen positiva” que se lo hagan creer a otro. Si bien la campaña electoral arrancó antes de los tiempos legales establecidos, hay un elemento propagandístico que acompaña los spots, afiches, pintadas, charlas y debates; se trata de las encuestas o los sondeos de opinión pública.
Y así es que, junto con las rejuvenecedoras fotos de los candidatos y sus trilladas propuestas a incumplir llegan estos “datos científicos”, esos “estudios observacionales” que dan los sondeos o las encuestas, en este caso, políticas. Los resultados y los análisis llueven a granel y gratuitos a los medios de comunicación y a las redes sociales. No es algo nuevo ni local. Se trata de otras estrategias de
campaña: sumar algún elemento cientificista, de esos que parecen serios y objetivos, que diga lo que conviene que se diga, para marcar la cancha en el último tramo de la cacería de indecisos, esos votantes
lentos en decidirse y claves para sentenciar en donde caerá la mayoría, o la primera minoría.
Están las encuestas de campo en las calles, las telefónicas y las online, a todas el margen de error de sus resultados las fijan entre el +/-3% hasta el +/-5%, pero lo paradójico es que a todas las consultoras los resultados les dan números completamente distintos.
Un operador (dirigente y ex funcionario) partidario reconoció “algunas son confiables. Cuestan caras y los datos los guardamos bajo siete llaves, las analizamos y trabajamos en nuevas estrategias”. En síntesis, saben de unos números “reales” pero dan a conocer otros truchos, los publicables y difundibles, para construir realidad.
La guerra de las encuestas se desata con distintos objetivos: la confusión, el descrédito y la polarización, que son algunas de las tácticas a las que se prestan los dueños de algún sello que lleva en el membrete palabras como consultora, marketing, estudios de mercado, para que algún sello partidario logre algún rédito más.
Por un lado la publicación de estos datos ya tienen una regulación, la que si bien no se respeta deja en claro que en el mundo del mercadeo político tienen en claro como con éstas inciden en la valoración social de algún candidato y en la tendencia al voto, sobre todo en la idea de que hay quienes “respetan” (y siguen) a las mayorías, o la del voto útil, siempre eficaz en las polarizaciones.
También están, dentro de las pocas encuestas que se llevan a cabo, las preguntas, que además de buscar una respuesta militan la formación de opinión.
Una de las formas para reconocer la veracidad de una encuesta no es sólo constatarla luego con los datos que arroje el escrutinio, sino también solicitar y exigir los aportes sociales de las empresas a los encuestadores y a todo el personal que debe trabajar (que es mucho) para llegar a un resultado aproximado a la realidad, medianamente serio: de no ser así, nos encontramos con un dibujo o con trabajo en negro, o también con ambos.
Ante la mayoría “no sabe/ no contesta” comienza desde ahora y hasta octubre el “lidera la imagen positiva”, “tiene 25 puntos sobre su rival”.
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