martes, 17 de diciembre de 2013

Miedo, angustia e incertidumbre, tres aliados para la extorsión, el chantaje

Diario UNO de Mendoza (página 11), 11 de diciembre de 2013

Miedo, angustia e incertidumbre, tres buenos aliados para la extorsión. Y si quienes extorsionan cuentan con el poder de las armas, el chantaje se recrudece. Pego, hago que se peguen, dejo que se peguen, estimulo la estampida “y así, luego, negocio”.
Y ante esto están las obviedades, las de que un ciudadano común y corriente no puede andar armado, y que obviamente que entre ellos no pueden organizarse y armarse para defenderse; y claro para eso está el Estado, el que obvio –aunque se busque ocultarlo– no actúa ni defiende a todos por igual. Ese Estado es la policía y tiene policías que tienen superiores que son socios y amigos de los que administran el Estado, quienes tienen seguridad privada.
Hubo y hay un reclamo, en algunos lados amotinados, en otros acuartelados y en otros “movilizados”, obviamente que los policías están organizados. Es obvio que operan al mismo tiempo con la prensa y con los marginales, con los lúmpenes. Y así a los pocos minutos el caos, la noticia. “Y así, luego, negocio”.
Y así se libera alguna zona, algún tiempo, para el saqueo, para el caos, para la escenografía y la actuación del caos, para el pillaje, la violencia, el fratricidio, “y así, luego, negocio”.
Reclaman. Unos van por un sueldo más alto, otros, por atrás, por un ascenso, por la limpieza de un legajo, por ingresar al círculo selecto de los amigos del Dignatario.
Y así, y mientras tanto se recrudece la violencia, los violentados y la estigmatización, y en la corrida se confunde la avivada, el robo, el atropello, con el hambre y la desesperanza, “y así, luego, negocio”.
Los policías exigen mejoras salariales, las misma que exigió el docente Carlos Fuentealba, cortando una ruta, y murió a manos de la policía. Y la lista de muertos por las fuerzas de seguridad sería casi infinita si se enumeraran todos lo que exigían una suba salarial, mejoras laborales, trabajo, comida o un mundo mejor; obvio, quién no recuerda aquellos ‘90 cuando esos estatales, maestras y enfermeras corrían por la plaza Independencia esquivando o sufriendo balas de goma.
Saqueos, cacerolazos y piquetes utilizados como sustantivos, como adjetivos, como modus operandi, con protagonistas, necesidades y objetivos antagónicos.
Victimarios disfrazados de víctimas liberando por las calles la angustia, el miedo, la violencia, y las adhesiones de quienes también reditúan con el caos para justificar más violencia, estigmatización y persecución. “Y así, luego, negociamos”, y siempre ganan.

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