Diario UNO de Mendoza (página 8), 1 de octubre de 2014
Obviamente hablamos de drogas, de las que están legalizadas, de esas que aún que no entraron en la industria de las patentes de laboratorios transnacionales.
Hay drogas, ilegales, muy variadas, con distintos tipos efectos, con disímiles formas de socialización, de producción y comercialización.
Hay consumo. Hay consumidores y consumidoras, están los que lo hacen en forma esporádica o como una rutina. Están los que eligen hacerlo y los que necesitan hacerlo. O sea, un sector de los consumidores son adictos, están enfermos, ya que perdieron la libertar de elegir.
Otra de las patas de este tema es la venta. Y es aquí donde la ilegalidad de la drogas las hace tan rentables, ya que el transporte, la distribución, la cocina y todos los procesos de la línea de producción deben estar sujetos a la reglas del mercado paralelo, que también se regula y controla desde el Estado, pero en el paralelo, tan ilegal y rentable como el de las mismas drogas.
La calidad de los productos varía y así su calidad y efectos. Y la regla dice que la calidad es inversamente proporcional al sector social que la consume. O sea, mientras más pobre, más basura.
La tercera pata es la represión. Todo consumidor (el que elige y el que no) es un delincuente. Eso sí, el cannabis quema tranquilo en una casa quinta y no en una esquina de un barrio de los suburbios.
En este mercado de la ilegalidad un adicto que ya no puede elegir y necesita consumir es captado como mula o dealer descartable, como el próximo “hampón” en una cárcel federal, que muestra que el sistema funciona y deja el fructífero negocio en sus cauces naturales.
En síntesis, de este tema no se puede discutir ni se puede tratar a los adictos en institutos públicos, ya que no los hay, pero sí encerrar en las cárceles a los pobres, ahí donde no faltan las drogas que les vende el mismo sistema organizado desde afuera.
El negocio de las drogas funciona desde la ilegalidad. Desde allí se distribuyen zonas para luego liberarlas. El negocio construye redes donde siempre hay un salvoconducto, y una cueva para cambiar en moneda extranjera la recolección. Compran pasillos, escritorios, sentencias y financian campañas . Desde allí avanza selectiva la represión, y la muerte. Allí se aúnan la trata de personas, la trata laboral, la explotación sexual.
Allí es donde la hipocresía que copa instituciones juega a que uno de sus “ciudadanos de bien”, con el índice, juzgue a un pibe con un porro.
Para combatir el narcotráfico hay que comenzar combatiendo la ilegalidad de las drogas, hay que poder discutir mil veces el tema para demostrar que no es lo mismo un consumidor que un narcotraficante.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario