Diario UNO de Mendza (página 8), 20 de enero de 2016
Encerrados, acalorados y envenenados, los bichos del campo de concentración mendocino no tienen la misma suerte que el flamante afamado cuadrúpedo presidencial. El bestiario de la semana nos traía culebras, mosquitos, lagartos y serpientes, pero lo ganó por su revuelo particular la mascota de la Casa Rosada.
El mismo Presidente subió una foto del “perrito del PRO” sentado en el sillón de Rivadavia. Un chasco, una humorada que sí se pueden permitir monarcas y niños ricos, pero no, por ejemplo, mandatarios caribeños, o locales de partidos sin abolengo en sus apellidos.
En pocos minutos las redes sociales hicieron recorrer la simpática imagen por el mundo. Y así no fue casualidad que casi todos hablaran de él o por él (y lo seguimos haciendo).
Hacemos referencia a Balcarce, al can que es parte del divertimento del poder, ese que recibe a diario palmadas de ministros y secretarios. El mamífero en cuestión ya había sido presentado en sociedad no hace tanto, pero en ese corto lapso cosechó casi 10 mil seguidores en Twitter, y traccionó varios sufragios para los de los globos amarillos; se “ganó” una paseadora particular y desde hace meses duerme en una cucha de estilo palacete ecléctico con la forma de la Casa Rosada.
La excentricidad de subir a un choco sobre el escritorio demuestra el “buen humor” y el talante del ejecutor del acto. El bicho posó para la foto, como tantos otros obedientes adiestrados a contentar.
Alguna carcajada, uno que otro comentario sarcástico y el flash. El sillón estaba caliente. Balcarce se sentó en el lugar donde se metrallan esos decretos que son de necesidad y de urgencia para unos pocos, esos con lo que se borran leyes y derechos, con los que se favorecen a los financistas que invirtieron para ponerle la banda al dueño del picho en cuestión. El animal estaba ahí donde se digitan jueces supremos y donde se ignora al Congreso.
Una foto que dice mucho. Que tapa, que esconde, que provoca. Una “jodita” durante una ola de despidos de trabajadores privados y públicos en todo el país; justo cuando se frena la obra pública y se bosquejan privatizaciones, justo tras los ecos de un ministro que reconoce una inflación que duplica el tope que prevé para aumentos de sueldo.
La foto del pichicho es mas simpática que los amenazantes y nuevos carros hidrantes tan protagónicos en las naciones que se buscan emular.
Balcarce en la foto quizás quiera ocultar los presos políticos, el que un presidente (avalado por su partido y sus periodistas militantes), un gobernador (avalado por su partido y empresarios amigos) y un juez (sin el aval de la ley ni la Constitución) decidieron apresar a una persona por protestar, por hacer política, por ser opositora.
El bestiario de la bestialidad tan humana se esconde también detrás de la foto un animal.
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