domingo, 21 de octubre de 2007

Con Los Pumas triunfaron el juego y el equipo

Suplemento Ovación (página 2),
Diario UNO de Mendoza, 21 de octubre de 2007


Muy pocos, pero muy pocos, hubieran apostado al éxito argentino en el Mundial de rugby que terminó ayer en Francia, donde la selección albiceleste logró un histórico tercer lugar.
Días atrás, en este suplemento, el especialista de este deporte Juan Pablo García escribió una sensible
columna donde hablaba de los “últimos románticos”, con referencia al fenómeno que habían generado Los Pumas a nivel mundial.
Los últimos románticos vendrían a ser esa ecuación entre el profesionalismo impuesto y reinante en el rugby (y en todos los deportes masivos y no tanto, dentro de un mundo globalizado espectacularizado y mediático) y el amateurismo (una categoría conceptual, social y cultural muy fuerte en el ámbito de la ovalada).
Un sincretismo esbozado con pasión, conducta, una impresionante actitud y, sobre todo, buen juego.
Sí, juego, una palabra que se está perdiendo en el deporte y que todavía es reivindicada en el rugby,
una actividad dura, que necesita de una gran solidaridad y de jugadores con distintas condiciones técnicas y
físicas para condensar el control del juego.
El rugby viene demostrando un gran crecimiento que no sólo está sustentado en una esponsorización
millonaria, sino también en el desarrollo de sus clubes, de sus jugadores, técnicos y árbitros, con un trabajo fino de capacitación, seguimiento y, sobre todo, de desarrollo.
Los Pumas demostraron el triunfo del juego en equipo, de la fortaleza. Fueron un ejemplo mostrando una
solidez de grupo, una sociedad perfecta sin fisuras, donde cada uno de los integrantes dejó de lado las
diferencias, entre ellos mismos y las institucionales (las habían y las hay), y lo único importante fue jugar por y para un objetivo: ganar, que es la esencia del juego.
Triunfó el rugby y ojalá que termine ganando el ragbi (como dice una publicidad), o sea, la popularidad de
este deporte, que en nuestro país, por estúpidos prejuicios, muchos lo acotan en una dialéctica de comparabilidad y exclusión, en vez de inclusión como sucede en la mayoría de las potencias del mundo.

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