jueves, 5 de abril de 2012

El inducido fracaso en la educación

Diario UNO de Mendoza (página 12), 4 de abril de 2012 
La situación que viven alumnos de San Carlos en su ingreso a la universidad 
abre otra vez el debate
La semana pasada, la estigmatización –una de cuantas– tomó cuerpo en otra de las tantas noticias y merodeó sobre los sancarlinos. El 90% fracasa en la universidad, marcaba el número duro de la información, que además de hacer hincapié en lo regional ponía la mira en la educación.
Fracaso y frustración, dos categorías simplistas y para nada exclusivas de los sancarlinos. Palabras caprichosas y poco inocentes que señalan y victimizan.
Obviamente que ante estas “noticias” se abre la discusión sobre los contenidos, las currículas, la desvinculación (y choque) entre los niveles educativos; se debate sobre todos esos años de Estado ausente, sobre la falta de programas de capacitación y actualización para el personal educador, los sueldos docentes, las escuelas, comedores y guarderías por sobre su función educativa, y la lista sigue para la discusión.
Pero hay algo sólido, con fuerte base, que se alza sobre los argumentos parciales. Todo esta estructurado, ordenado y ejecutado, pero se lo cubre de velos: el sistema educativo es expulsivo, está construido en una pirámide para que le sea funcional al sistema económico, más allá de las contradicciones políticas que se enmascaran en algunos discursos de gestión, que hipócritas o ahogados en la vergüenza buscan culpables en la misma maquinaria que alimentan a diario.
Imaginémonos que ninguno “fracasara”: el presupuesto educativo no alcanzaría, la mano de obra se encarecería y se iría engendrando un mundo poco conveniente para los que manejan los hilos desde la cima de la pirámide. Y también se desplegaría, por fin otra vez y aunque deba replegarse nuevamente, ese abanico de utopías cada vez más relegadas del foco que encierra a lo cotidiano como una verdad absoluta.
Volvamos. La falta de éxito, que si bien es una farsa, es una de las explicaciones a la hora de definir fracaso, aunque el bolsón de significados en los diccionarios nos habla de aquél en sus acepciones como “un suceso lastimoso, inopinado y funesto. Por otra parte, el concepto permite nombrar a la caída o ruina de algo con estrépito y rompimiento”.
Qué de cretinos es hacer cargo a los pibes y pibas de algo establecido, direccionado; hacerlos responsables de las políticas de Estado, del embudo en el que los estrangulan, del tapón con los que los asfixian, de la escoba con la que los barren.
Pero, más allá de que la noticia diga que nueve de cada diez sancarlinos fracasan en su intento universitario en la UNCuyo, también podríamos desconfiar de esos números y de esa denuncia difundidos por un edil de ese departamento, ya que salen de una vieja encuesta realizada por la Juventud Radical y han servido para que desde esa comuna se facilite un arancelado negocio de “nivelación” a cargo de un instituto privado para quienes están terminando el secundario. Es más, el funcionario recorre las escuelas para “reclutar” alumnos y alumnas.
Ser crítico con las políticas de educación es una cosa, atentar contra la educación pública es otra.
En la Argentina, la universidad pública, laica y gratuita es una de las pocas conquistas que han resistido las avanzadas de tiranos, tecnócratas, desfinanciadores y aranceladores. Es uno de los últimos bastiones para pensar y repensar desde lo colectivo y social, desde lo solidario y popular, y donde se puedan encontrar las formas de romper con las sucesivas políticas excluyentes que van dejando la escuela fuera de todo registro significativo, como ya se dijo en esta columna, “lejos de las esencias ideales, utópicas, románticas y críticas con las que se les daba un valor, y una función, relacionada con el crecimiento, la creación, la proyección, el ascenso o la transformación social”.
Fracasan los alumnos? ¿O será que el fracaso sostiene los preceptos del exitismo como ideal individualista que esconde los escalones, los muros y las rejas que apartan a los que no están invitados/as a la hora de repartir las tajadas?

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