miércoles, 13 de junio de 2012

El voluntariado ante el analfabetismo

Diario UNO de Mendoza (página 12), 13 de junio de 2012
 La DGE busca que voluntarios salgan a cubrir esa deuda que tiene el Estado y que amplía la exclusión
Sumisión, pobreza y explotación tienen una estrecha relación con el analfabetismo. En Mendoza hay más de 31.000 personas que no saben leer ni escribir, según el último censo. Y hay decenas de miles de analfabetos/as funcionales, o sea individuos que alguna vez aprendieron las bases de la lectoescritura pero perdieron esa capacidad o no la pudieron aplicar a las tareas cotidianas de la supervivencia.
Ante esto la DGE apela al “voluntariado” para tapar otra de las deudas que tiene el sistema educativo.

Si hablamos de una sociedad con analfabetos/as, hacemos referencia a excluidos, a expulsados, o sea a un sistema de exclusión y expulsión. Pero también es parte de un constante mecanismo que reditúa estrujando cuerpos despojados de las herramientas para ponerle palabras (que están estandarizadas y formalizadas) a sus sufrimientos, humillaciones y a la violación de sus derechos fundamentales, a sus necesarios reclamos.
El analfabetismo lleva a que en distintas situaciones y momentos se sostengan las relaciones feudales y de esclavitud en las zonas rurales, esas donde el patrón se jacta del “y bueno se trata de una cuestión cultural” para justificar, a diario y desde hace siglos, el trabajo infantil, la trata de personas. Se favorece en la industria y el comercio el trabajo en negro e ilegal.
La mayoría de los indocumentados son analfabetos y son quienes se ven ampliamente relegados a la hora de interactuar con las instituciones públicas o privadas. Careciendo en muchos casos de todo tipo de reconocimiento legal.
El analfabetismo favorece el caciquismo político, la presión, la extorsión. El “sí, señor; gracias, señor” ante el placebo, la migaja, la limosna. Cultiva la caridad, el misticismo religioso, la enajenación, la violencia de género y sexual, la xenofobia y el desprecio como condición naturalizada.
La semana pasa la Dirección General de Escuelas de Mendoza dijo que tiene la idea de convocar a voluntarios que estén dispuestos a donar horas de su tiempo para enseñar lectoescritura. El mismo Estado convoca y promueve la educación no formal mientras subvenciona la privada que resiste concursos, obligaciones, leyes y hasta lineamientos científicos.
Lo que hace la DGE no deja de ser perverso, pero “políticamente correcto” dentro de todo discurso populista, que no es más que eso, palabras que humean en una maquinaria aceitada en profundizar las fronteras del conocimiento y las oportunidades. En un país rico que amplía la brecha entre ricos y pobres.
No es una novedad lo del “voluntariado”. Ahora desde las escuelas toman como política educativa lo que en algún tiempo fue un perseguido trabajo de militancia social.
Las escuelas populares, los voluntariados han existido desde hace décadas, sobre todo en los ’60 y los ’70, es más, en la Argentina muchos de esos educadores populares y voluntarios nutren las triste lista de desaparecidos. Y claro, el saber, el aprender, el conocer da herramientas también para reconocerse, saberse, defenderse y resistir.
Saber leer y escribir es un derecho humano fundamental, es parte de la legislación del país, de las obligaciones que tiene la Nación con sus ciudadanos.
La DGE en vez de convocar voluntarios debe contratar docentes y abrir escuelas, ya que esa es la obligación del Estado que siempre prefiere el asistencialismo que reproduce la rueda de clientelismo, que reduce la autonomía, la libertad y la dignidad de la personas.
El analfabetismo total, el funcional, el tecnológico son, en parte, la raíz de las desigualdades, del impedimento al bienestar al crecimiento, al desarrollo, al conocimiento y a la autodeterminación de cada uno de los sujetos dentro de sus culturas, sus historias y sobre todos sus derechos.

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