Sumisión, pobreza y explotación tienen una estrecha relación
con el analfabetismo. En Mendoza hay más de 31.000 personas que no saben leer
ni escribir, según el último censo. Y hay decenas de miles de analfabetos/as
funcionales, o sea individuos que alguna vez aprendieron las bases de la
lectoescritura pero perdieron esa capacidad o no la pudieron aplicar a las
tareas cotidianas de la supervivencia.
Ante esto la
DGE apela al “voluntariado” para tapar otra de las deudas que
tiene el sistema educativo.
Si hablamos de una sociedad con analfabetos/as, hacemos referencia a excluidos, a expulsados, o sea a un sistema de exclusión y expulsión. Pero también es parte de un constante mecanismo que reditúa estrujando cuerpos despojados de las herramientas para ponerle palabras (que están estandarizadas y formalizadas) a sus sufrimientos, humillaciones y a la violación de sus derechos fundamentales, a sus necesarios reclamos.
El analfabetismo lleva a que en distintas situaciones y momentos se sostengan las relaciones feudales y de esclavitud en las zonas rurales, esas donde el patrón se jacta del “y bueno se trata de una cuestión cultural” para justificar, a diario y desde hace siglos, el trabajo infantil, la trata de personas. Se favorece en la industria y el comercio el trabajo en negro e ilegal.
El analfabetismo favorece el caciquismo político, la
presión, la extorsión. El “sí, señor; gracias, señor” ante el placebo, la
migaja, la limosna. Cultiva la caridad, el misticismo religioso, la
enajenación, la violencia de género y sexual, la xenofobia y el desprecio como
condición naturalizada.
La semana pasa la Dirección General
de Escuelas de Mendoza dijo que tiene la idea de convocar a voluntarios que
estén dispuestos a donar horas de su tiempo para enseñar lectoescritura. El
mismo Estado convoca y promueve la educación no formal mientras subvenciona la
privada que resiste concursos, obligaciones, leyes y hasta lineamientos
científicos.
Lo que hace la
DGE no deja de ser perverso, pero “políticamente correcto”
dentro de todo discurso populista, que no es más que eso, palabras que humean
en una maquinaria aceitada en profundizar las fronteras del conocimiento y las
oportunidades. En un país rico que amplía la brecha entre ricos y pobres.
No es una novedad lo del “voluntariado”. Ahora desde las
escuelas toman como política educativa lo que en algún tiempo fue un perseguido
trabajo de militancia social.
Las escuelas populares, los voluntariados han existido desde
hace décadas, sobre todo en los ’60 y los ’70, es más, en la Argentina muchos de esos
educadores populares y voluntarios nutren las triste lista de desaparecidos. Y
claro, el saber, el aprender, el conocer da herramientas también para
reconocerse, saberse, defenderse y resistir.
Saber leer y escribir es un derecho humano fundamental, es
parte de la legislación del país, de las obligaciones que tiene la Nación con sus ciudadanos.
El analfabetismo total, el funcional, el tecnológico son, en
parte, la raíz de las desigualdades, del impedimento al bienestar al
crecimiento, al desarrollo, al conocimiento y a la autodeterminación de cada
uno de los sujetos dentro de sus culturas, sus historias y sobre todos sus
derechos.
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