Es el equivalente de pérdida anual en quienes cobran un
sueldo medio. El salario no es ganancia
Hay que engordar la caja, dice el Estado en su rol de
recaudador, lo necesita para su rol político y para eso cuenta con esas leyes y
decretos que nacen bajo un discurso, pero cuentan con las herramientas para que
a mediano o largo plazo los alcances de su legalidad se amalgamen con nuevas
necesidades.En los últimos años, asalariados y asalariadas ven cómo se han
licuado sus haberes anuales, y que en un amplio sector ya representa el
equivalente a un aguinaldo o más. Ven como los aumentos salariales, que corren
más lentos que la inflación real, desaparecen a causa de políticas tributarias.Mientras, el Estado argentino deja exentas a muchas de las rentas financieras o de capital carga sobre los más débiles esquilmándole parte de su sueldo.
Se trata de la ley de impuestos a las ganancias, que nació afectando a un puñado privilegiado y hoy, en forma progresiva (no progresista), ataca a millones de obreros/as y empleados/as, y que cada vez son más tras cada acuerdo paritario.
El salario no es ganancia. Tampoco es capital ni renta. El
sueldo es el pago que recibe el empleado para reproducir su fuerza de trabajo,
es una parte del valor generado por quien trabaja en relación de dependencia y
que se le devuelve en forma mensual o quincenal para su subsistencia, para el
consumo, para que adquiera los insumos materiales (supervivencia) y simbólicos
para seguir reproduciendo su fuerza de trabajo.
El aguinaldo, por su parte es un pago especial y
obligatorio, no extraordinario, que busca incentivar los gastos especiales e
incentivos, por ejemplo, el consumo de fin de año o las vacaciones. En nuestro
país el primer aguinaldo se comenzó a pagar en Jujuy en 1924 y desde 1945 es un
decreto-ley en el país. En síntesis, es una parte más del sueldo.
Durante los ’90, los técnicos tributarios del Fondo
Monetario Internacional (FMI) advertían, dentro de su recetario que en la Argentina pocas personas
pagaban el Impuesto a las Ganancias, reclamo que este Gobierno perece haber
comprendido para buscar soluciones a sus problemas fiscales.
Y así, por dar un ejemplo, un obrero petrolero, un enfermero
o un docente que trabaja todo el día paga Impuesto a las Ganancias; los que se
dedican a la renta financiera y del capital, no. Es injusto, claro, los jueces
tampoco lo pagan, el Estado sabe dónde pegar, sabe quiénes son sus aliados. De
última, si se revelan contra el Impuesto a las Ganancias, que es legal, un juez
podría condenar a los rebelados con la Ley Antiterrorista.
El mínimo no imponible es para el Ejecutivo nacional, además
de una fuente de recaudación, un elemento clave de presión a la hora de la
negociación salarial.
Con indignación, esos millones de trabajadores, con sueldos
medianos que ven como pierden al año el equivalente a un aguinaldo, o más, que
ven como los aumentos salariales se van con el impuesto a las ganancias
aparecen los reclamos, la movilización y las amenazas de huelga. Frente a ello
el Gobierno se justifica con números tan poco creíbles como los del INDEC y con
la excusa de que “el Impuesto a las Ganancias también existe en otros países”
(aunque por otro lado buscan diferenciarse de éstos en su retórica de la
heterodoxia), a eso suman el poderoso armamento propagandístico del Estado que,
sin reparo, hasta acusa de golpista a su socio, el burócrata sindical Hugo
Moyano, quien desesperado busca no perder poder, representatividad y
legitimidad al frente a la principal organización gremial del país, la CGT.
A pesar de todo, y sobre todo, hay algo claro, el salario no es
ganancia. El trabajo no es renta ni actividad lucrativa.http://www.diariouno.com.ar/mendoza/Esa-parabola-del-aguinaldo-perdido-20120627-0015.html
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