miércoles, 20 de junio de 2012

Por ahora no hay ciudades de cotillón

Diario UNO de Mendoza (página 10), 20 de junio de 2012
Por eso hay que seguir apelando a los adornos de ocasión 
que se adapten a la moda y los objetivos
Por ahora no hay ciudades de cotillón, esas que se puedan alquilar y armar con inflables, y estructuras rápidas y livianas para llevar de un lugar a otro. Hay salones de fiestas, estadios y otros volátiles espacios, pero ciudades aún no hay.
Por lo tanto, al cotillón de moda se lo debe adecuar a la infraestructura existente que recibirá a los visitantes. A esto se le suman las pequeñas obras, únicas en su especie, ya que estas no se postergan, no tienen cortes de cinta y están listas en tiempo y en forma.

Si bien la histórica visita de presidentes y presidentas (y otros funcionarios) latinoamericanos a Mendoza que la semana próxima tendrá Mendoza desnuda los tics del anfitrión preocupado por la imagen, es cierto que esto no es ni nuevo ni propio de estas tierras.
Según las épocas, las circunstancias, las necesidades y los objetivos, esto cambia pero siempre el orden, la limpieza y el progreso son denominadores comunes a la hora de mostrar, de mostrarse.
Desfiles militares o cívicos con orquesta incluida, acrobacias aéreas, guirnaldas, banderas en los balcones o postes y árboles blanqueados con cal han sido algunos de los recursos que han ido cambiando, o no, con los años.
La “maravillosa” Mendoza en su mendocinidad, orden, limpieza y progreso también tiene su objetivo: el imán mediático internacional que alrededor de los discursos, chismes y algún que otro escándalo o exabrupto de las principales figuras políticas del cono sur, muestre y hable del dónde, y que ese lugar sea el próximo destino de turistas o algún inversionista .
Las guirnaldas están muy pasadas de moda, ese rococó de una resistencia victoriosa no va con estos tiempos, para eso se ha apostado a la palmera, arbolito ya muy maltratado en esta columna en su estrecha relación con el fetiche de la mendocinidad.
Estos elementos arbóreos se han apoderado del Acceso Norte, algunos aún sostenidos con tutores, buscan no sólo mostrar un clima que no existe, sino que sobre todo son claves para tapar. Y claro desde el aeropuerto al centro, justo en el camino obligado de los ilustres visitantes, no podemos dejar que se evidencien –y tanto– la sequedad, los basurales, la pobreza. La Mendoza de las orillas, esa que tanto irrita y que crece, por suerte con mayor fuerza en tantos otros márgenes, lejos de los circuitos que ameritan algún cotillón.
Con un poco de pastito, con estos árboles tropicales (los que seguro perderán el riego y la dedicación que le vienen dando), con semáforos nuevos y las sendas peatonales pintadas, más un par de baches tapados, la cosa cambia, somos mejores. Un buen anfitrión debe cuidar los detalles, con tal, los hoteles tienen sus estandarizados servicios intencionales tanto para el hospedaje como para las reuniones protocolares. Vamos, que la globalización tiene sus méritos.
Una lavadita de cara, algo de pintura y listo. Por desgracia todavía no hay ciudades de cotillón para alquilar a la hora de recibir invitados de lujo. De todas formas, tenemos asegurados actos, reuniones, reconocimientos Honoris Causa, debates, sonrisas y aplausos. Lástima que no se podrá estrenar el nuevo himno provincial para que los visitantes se deleiten con nuestros lugares comunes.
El 30 de junio ya no quedará ningún mandatario invitado en Mendoza, se estarán yendo los últimos funcionarios del malón (diría Manuel De Paz) y la provincia seguirá siendo la misma. Esperemos que no se descascare rápido la pintura ni se sequen los arbolitos tropicales, que las comunas consigan plata para no derrumbarse durante el segundo semestre, que se terminen y se pongan en marcha esas y tantas obras demoradas, y varias veces inauguradas durante tiempos cazavotos, que arranque el metrotranvía.
Ojalá que a nadie se le ocurra inventar ciudades de cotillón para alquilar, que para eso sobran funcionarios y discursos.

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