Diario UNO de Mendoza (página 16), miércoles 6 de marzo de 2013
El progreso, y todo lo que esconde su poderosa maquinaria, sigue deshumanizando
“Máquinas trabajando”, reza el cartel metros antes de llegar
a las obras de remodelación de la calle Boulougne Sur Mer. Y sí, un par de
máquinas, pero nada avisa que también y, sobre todo, en la calzada hay decenas
de hombres. Que hay personas que están trabajando, seres, sujetos, individuos.
La señalización alerta. La grandilocuencia del hierro puede
más, dice más, vale más que la fragilidad de los cuerpos escondidos tras un
casco, tras el uniforme, y que están lejos de la magnificencia de una verdadera
tragedia, donde el vapor y el humo se resignifican constantemente.
Máquinas trabajando. Progreso, crecimiento, escombros y
sudor devaluado.
Andamios para sostener los vientos del ayer y hacer flamear
las banderas que marcan un rumbo preestablecido en la naciente de sus ruinas.
Calles, carriles, cemento. Destinos, tránsito y la negación
constante del desencuentro.
La maquinaria está también en la fiesta internacional donde se muestra lo local trayendo mercadería de afuera, esa que brilla aún más con el fuego de la pirotecnia que sobrevuela estridente como llamador, como placebo, como sello y afirmación de algún tácito sin excepción que vale todo aplauso programado como predicción. La tradición, el folclore, hace sus piruetas en la esquina donde la industria levanta las paredes que le dan sombra a lobbystas.
La maquinaria sostiene las arcas sindicales, mas allá de
quienes ya titubean en sostenerse desde el oficialismo que los impulsó a
comandar el tablero de mando y que ahora manufacturan el discurso opositor. Ven
de reojo arriba y abajo. Presionan, ceden, compran; la idea es no perder la
topadora y todo lo que esta arrastra, levanta y allana.
Maquinaria discursirva que un día defenestra a una petrolera
española y luego negocia para asociarla. Allí estarán los guanacos extrayendo
la materia que posibilita el movimiento de esto que llaman progreso.
Tránsito, calles, esmog y más máquinas trabajando.
Tránsito, calles, esmog y más máquinas trabajando.
Hombres, mujeres, maquinizadas víctimas la representación
maniquea.
Máquina que fortalece la deshumanización, que reprime en
nombre de la felicidad. Artefacto, en todos sus sentidos, y preparado para
imposibilitar toda huida, para envenenar y demonizar todo lo que escape a su
alcance, a sus tentáculos de hierro.
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