Diario UNO de Mendoza (página 12), 20 de febrero de 2013
El feriado dispara opiniones y prejuicios, pero sobre todo,
y cada vez más, ingresos
Irritados y con actitud de asombro, aunque reincidentes y
poco originales. El quinto feriado en lo que va del año les ha puesto los pelos
de punta a más de uno, los vuelve al rodaje de uno de los hits con que se
nutren en su acopio de la “verdad” cotidiana. Argumentos les sobran: están los
económicos, los culturales y, sobre todo, los morales. Obviamente, lejos está
la discusión sobre si el trabajo enajena o dignifica, o si dignifica tras haber
enajenado.
Estos irritados irritables aprovechan para pulir y engrosar
sus explicaciones en días como éstos, lejos de las oficinas, donde –con un café
como intermediario y ante espejados parroquianos alrededor de la mesa– dan
rosca sobre el tema para una reunión rápida y distendida antes de las
obligaciones familiares del día festivo.
Durante los otros días, los “hábiles”, la discusión girará en torno a los tiempos muertos de los empleados, contra las leyes laborales y otros tantos.
Durante los otros días, los “hábiles”, la discusión girará en torno a los tiempos muertos de los empleados, contra las leyes laborales y otros tantos.
Movible, puente e inamovible, y también el “excepcional”.
Festivo, feriado, no laborable o inhábil. Este último término es el que más se
ajusta a los detractores de las marcas rojas en el calendario, las que según
las culturas, religiones, tradiciones y estrategias macroeconómicas son
habituales más allá de las latitudes y los trópicos.
En las últimas décadas, en muchos países del mundo se fue
incrementando la cantidad de feriados. Obviamente que la idea no apunta a
promocionar el descanso de los trabajadores o a combatir el estrés, sino al
desarrollo de una de las industrias de mayor crecimiento: la del turismo y el
ocio.
Así, feriado es sinónimo de consumo en una rueda donde no
sólo se nutren lo turístico, el divertimento y el placer, ya que también mueve
otras esferas e industrias que alimentan a la que sostiene el abrigo de
viajeros, visitantes, huéspedes y comensales. Obviamente, para todo están el
gasto, la inversión, el crédito y el gravamen correspondiente. También, el
empleo, las estadísticas y las promociones.
Así y todo, para sostener esta industria se necesita quienes
trabajen en ella (y lo hacen), por supuesto, en los días festivos, reforzando y
acrecentando así su rutina laboral.
Hay quienes –trabajen o no– están expulsados de esta
alternativa de consumo (y de otras elementales) y por supuesto están los que
fuera de todo registro deben agachar el lomo y seguir con sus labores a diario
y todos los días, ya que la manifestación económico-cultural que los tiene
atrapados es el trabajo en negro, el trabajo esclavo, quizás el ideal de mundo
de esos que detraen los feriados.
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