Estos científicos de la economía y el clima trabajan con distintas herramientas, y dentro de sus gremios responden a distintas corrientes teóricas. Quizás en común tengan la avidez de muchos ciudadanos de escuchar sus vaticinios, también, quizás tengan en común el alto margen de error y de no contar con el manto corporativo y salvador que tienen, para eso, los médicos, por ejemplo.
Pero hay una gran diferencia entre meteorólogos y economistas, ya que estos últimos juegan con las cartas marcadas, son (salvo varias excepciones) parte del juego y sobre todo de la banca, por lo que sus “predicciones” muchas veces buscan inducir acciones y pensamientos. Son la propaganda de lo establecido. Obviamente los economistas se encuadran detrás o debajo de proyectos políticos, políticos-partidarios, del Estado, los estados y los gobiernos, o de agencias, instituciones y empresas con poder de lobby, con participación en la Bolsa, los bancos, en algún sector del mercado y el comercio. Trabajan para esos grupos, que en el mundo cada vez son menos y concentran casi todo, trabajan para recuperar esas migajas que se han escapado, para encantar a los que regocijan, se contentan y se angustian con esas migajas.
Dijimos que inducen acciones y pensamientos. Militan formas de consumo y los tiempos de los mismos. Donde hay algún ahorro saben como crear psicosis alrededor y transformarlo en alguna “inversión”, nos referimos al acto de invertir, no necesariamente de ganar. Por supuesto que las ideas que salvarán al inversor, al país y al mundo se les suele poner rostro: lo que lleva a “humanizar” un poco este asunto frío de los números e ir presentando a un buen candidato a ministro de economía, el que seguro viene de hacer carrera en un banco o en alguna cerealera multinacional.
Los meteorólogos siguen peleando para entender el cambio climático, buscan sumar tecnologías y conocimientos para alertar y hasta revertir la situación. Mientras, los economistas buscar generar un clima, el que les haga falta, ya que las tormentas también son “fructíferas” en su casino, donde la banca sigue acumulando mientras afuera hace fila para jugarse todo a un número que no va a salir.
Los economistas tienen la gran cualidad de sacar cualquier cosa de contexto y mostrarla como una generalidad, como si esos hechos económicos no estuvieron atravesados por improntas culturales, históricas, políticas y militares y, obviamente, macroeconómicas.
Pensar que en los diarios, en los medios de comunicación, les consultamos indiscriminadamente a los meteorólogos y a los economistas sin tomar las dimensiones que encubren a unos y otros.
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