Diario UNO de Mendoza (página 17), 12 de febrero de 2014
El esqueleto del colectivo incendiado en la vera de la ruta, unas flores y la procesión turística de la desgracia. Hasta ayer que retiraron los hierros retorcidos, muchas familias incorporaron en su itinerario una visita al lugar de la tragedia y así salieron a buscar un recuerdo entre las cenizas, a alzarse en lo posible con un souvenir del sufrimiento, “alguna cosita, vio, pobre gente esta”, llevarse un testimonio de lo que fue angustia.
El camionero brasileño que emprendió enfermo o borracho o drogado o suicida o robado resultó ser un tipo muy sociable. En su último día estuvo en cientos de lugares compartiendo tragos, peleas, charlas y discusiones. Son miles los mendocinos que lo conocían y tienen algo que recordar y acotar sobre el tipo para entender el porqué de lo que sucedió. Sobran comentarios de lo que “no se cuenta” del accidente, de los que no figuran en la lista de pasajeros, que se salvaron pero andan perdidos por San Martín “como sonámbulos”. También están los que detallan cómo vehículos y ambulancias que llegaban a socorrer atropellaban a los accidentados. El viernes el flujo vehicular en la ruta fue inusual, son cientos de miles los que relatan cómo se salvaron de ser embestidos por el camión.
El morbo sobrepasa todos los límites. Los reporteros amateurs y casuales de aquel momento ganan en popularidad en las redes sociales, mucha más de la que hubieran logrado como socorristas. Mientras tanto, quienes pudieron intentar que la tragedia no se produjera no hicieron nada, otra vez, más allá de que fueron advertidos y tuvieron más de 10 kilómetros de tiempo.
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