jueves, 4 de diciembre de 2014

Cuando la escuela es el lugar para la retórica de un relato que les caduca

Diario UNO de Mendoza  (página 8) 3 de diceimbre de 2014

Por esas cosas que hace la gente que trabaja en Escuelas, otra vez salen a pegarle a la escuela, como si fuera distinta, como si no fuera un consecuente, una consecuencia, una herramienta. Otra vez salen a pegarles a los alumnos como si no fueran sujetos de derechos dentro de una sociedad que les vulnera sus derechos.
“Economía social” se llamaría la nueva materia que adolescentes de los últimos años del secundario deberían cursar, y ésta sería dictada por “disponibles” profesores de las filosofías, quienes perderían las horas de sus materias tan poco prácticas para el mundo del trabajo, y claro, ya que “Formación para la vida y el trabajo” es otra de las iniciativas para la nueva currícula que el gobierno escolar tiene para involucionar luego no haber evolucionado.
Entender el funcionamiento del mercado e insertarse en él ya no es nuevo, fue parte de los argumentos de la ley de educación que escribieron, promulgaron, ejecutaron y luego borraron y ahora reescriben los mismos funcionarios. Remember. Ya no hay argumentos que lo sostenga, todavía no terminan de redactar la ley de educación provincial que se adecue al relato que les caduca y sacan a la luz sus añoranzas de los ’90. Nostálgicos que acompañan los fuertes vientos de una tormenta conocida y se van reacomodando debajo de las sombrillas que dejaron sembradas.
La educación ha sido históricamente un lugar de debate, contradicciones y resistencias donde son las y los docentes quienes siempre se tienen que hacer cargo de lo propio, lo ajeno, lo histórico, lo político y lo económico, aunque les sea ajeno y no los represente. Donde son siempre los alumnos quienes llevan en la mochila el peso de sus futuras culpas. Y así, más allá del nombre, retórico por cierto, que se les quiera dar a las política educativas, como el de “inclusiva” sea este un caso, la escuela no deja de ser un salvoconducto para esconder la realidad, para menguar los conflictos y hasta disimular convirtiendo a las víctimas en victimarios. Y así cuando las políticas hacen aguas necesitará de las maestras cocineras, psicólogas o gendarmes para contener e incluir, o reprimir si se vuelve políticamente correcto. Se trata de una escuela a la que quieren mostrar como abstraída o ajena a las otras instituciones de un Estado que ya no sabe cómo seguir escondiendo sus intenciones y a sus personeros.

Improvisados. En los últimos días no sólo salió a la luz la inconsulta idea de sacar materias y poner otras, lo que recién discutirán el viernes, sino que también recularon con los anuncios de medidas “inclusivas” que terminaron revictimizando a un pequeño sector y dándole protagonismo a lo rancio y reaccionario que ve en las víctimas del sistema a los culpables del fracaso del sistema. La idea que presentaron era que los niños de la primaria que habían repetido pudieran ser candidatos a abanderados de su escuela.
¿Quién puede negar que la escuela está en crisis? ¿Pero estuvo mejor hace 20 años o 30 años? Obviamente no, pero quienes juzgan son adultos, son mayores, y está claro que los alumnos siempre tienen ese estigma condenable, el de ser jóvenes. De todas formas hace dos, tres, cuatro o seis décadas la idea era la misma que ahora: que quienes concluyen el periodo educativo salgan al mundo armados, ordenados y obedientes a los requerimientos del mercado laboral, del mercado de consumo, más allá de que el primero se precarice cada vez más y el segundo quizás los niegue, pero para eso habrá nuevos argumentos victimizadores.
Este viernes se discutirá eso que han llamado la “nueva secundaria”, la que no trae nada nuevo, sino que repite las tristes fórmulas donde ganadores y perdedores están definidos de antemano.

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