miércoles, 11 de marzo de 2015

La bachata de las colectoras y del traidor repatriado ahora ninguneado

Diario UNO de Mendoza (página 8) 11 de marzo de 2015

Así es nuestra mendocinidad. Mientras en el Teatro Griego el neoyorquino Anthony Santos daba cátedra de cómo subestimar, maltratar y usar a una mujer, y el Romeo del siglo XXI imponía su mote, en un bar de calle Alem un viejo radical cumplía varias horas, frente a un vaso de base ancha y a un interlocutor desconcertado, intentando explicar (o explicarse) lo  más catedrático posible el porqué habían perdonado al traidor, lo habían “repatriado”, lo habían encumbrado y ahora lo dejaban solo junto a las banderas que decían que él había manchado. Y a esa misma hora, cuando los pericotes comienzan a pispear por las esquinas céntricas, y mientras las gradas se movían bajo las mixturas rítmicas centroamericanas, y en nombre de la bachata se predicaba el “Entro a tu cuarto y nuevamente te hago mía”, allá en un salón de calle Arenales los maníes eran movidos como trebejos explicando cómo eludir o “reinterpretar” la Ley Electoral, y así a la candidatura a intendente que éste operaba le había sumado 20 colectoras de concejales, y también se adosó a la de las tres fórmulas a candidatos a gobernador por su PJ-FPV, y también (aquí en la explicación movió otro maní salado) a la lista de Cornejo ya que el godoicruceño ha invitado a todos a su mesa, y acá “todos necesitamos sumar y haremos lo posible para que así sea”, explica el hombre que estuvo sentado en la última fila aquel día que no siguieron las directivas del Chueco.

La mendocinidad anochecida y húmeda. Botritis. Los éxitos de la discografía internacional paseaban el audio por los cerros, por el Parque, en el oeste el Norte sentenciaba sonriente y seductor, perverso: “El egoísmo de ser dueño de tu vida/ Eres mía… mía mía mía”. Y el ritmo, los aplausos, el show y la luces le daban el turno al sometimiento hecho versos, hecho voz: “A ver, a ver permíteme apreciar tu desnudez/ Relájate, que este Martini calmará tu timidez”. Mientras que en el centro ya olía a biferas de carritos, esos cerca de la Alem donde ya no hay ni ídolos ni líderes, y la idea, según explicaba el viejo militante, “es ganar algo, a costa de lo que sea, y aunque sea yendo atrás del que admira al ministro de Economía que nos subió a un helicóptero”. El último hielo ya era vapor. Unos pocos kilómetros más allá poco importaba lo importante y nuevos nombres llenaban la mesa donde junto con los últimos maníes cerraban listas, filas y trafics, y pronosticaban un largo y tedioso conteo que diría si la cosecha servía para pedir un lugarcito en el próximo gabinete, ya que a la peor de las tormentas no se le niega un subsidio.  
“Si te falto al respeto y luego culpo al alcohol/ Si levanto tu falda… ¿Me darías el derecho a medir tu sensatez?”, decía el sombrío y amenazante eco que llegaba de lo alto. En el centro ya nadie buscaba explicar lo inexplicable y las veredas esperaban la llegada de quienes deshabitaban las gradas. Algunos manteles y muchas luces. Y más allá, limpiaban la sal de la mesa donde habían rodado algunos maníes.
La violencia hecha palabras, cultura y arte. Hipocresía de lo que se vende como idea y sólo es la estrategia para poder sostener algunas piezas en el tablero de la próxima jugada. El traidor repatriado “ya no mide” y se queda cada vez más solo. Hay un estribillo que es más que un estribillo, que queda pegadizo, que lo sostendrá más de un video, que hace daño y que lastima aunque el ritmo, la popularidad y los aplausos lo sostengan.

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