Anoche fue el turno del Baile de las Reinas, una triste puesta escénica, misógina y decadente, donde los intendentes en actitud de monarcas sacan a bailar a la soberana de su principiado, la muestran y la “subastan” entre funcionarios e invitados. La cosificación materializada en promesas de votos y estos, en capital simbólico para el cacique que administra el terruño donde también vive la piba víctima del cuento de princesas de la mendocinidad.
La Vendimia oficial ya había arrancado el domingo con otra escenificación, también lejana a lo republicano: la religiosa. El Estado de rodillas solventando “la bendición de los frutos”, el Estado laico propagando y sosteniendo supersticiones y prácticas medievales. Esa fiesta del agua bendita lejana a los trabajadores de la tierra, a los obreros de las bodegas, también comenzó mostrando y cosificando, paseando por el beatífico escenario a las 18 reinas comunales, y así también se “agitaba” el concurso de belleza que se desarrollará unos días después, ese que el sábado terminará coronando casi 80 años de continuidad.
Anoche fue el turno del Baile de la Reinas, y esta noche será el turno de la Fiesta de la Cosecha, allí se vuelve a mostrar a las soberanas, quienes juegan con los invitados VIP a vendimiar. Llenan unos canastos con uvas y luego todos escuchan música clásica (y a Pedro Aznar). El lobby sigue presente, pero un poco más “glamoroso”. Para este acto del calendario oficial, los asistentes han canjeado las entradas por alimentos no perecederos para que sea el Estado el que haga caridad, algo que hace sentir bien a los mendocinos de bien de la mendocinidad.
El viernes es la Vía Blanca y la calle es la que toma protagonismo. Cada monarca compite para ver quién le pone más color al carromato que pasea a su candidata.
Unas horas después, en la mañana del día siguiente ya sin tantas luces, sigue el desfile, pero con tintes más telúricos. Pero antes, y lejos de la muchedumbre, el Desayuno y luego, el Almuerzo donde empresarios, sobre todo bodegueros, y políticos comparten la mesa. Estos últimos están en (adelantadas y desdobladas) campañas electorales por lo que la recaudación les urge para lo que seguro estarán ofreciendo, entre otras cosas, ministerios, secretarías y otras dependencias y dependientes. Allí, en esas actividades mediadas por lo gastronómico, las críticas serán la teatralización para luego acordar políticas, créditos, subsidios y hasta los votos para la noche, para el concurso de belleza que se vende como la “Fiesta de los mendocinos”. En el año electoral todo vale y sino también porque es la Vendimia y esta “no se mancha, no se toca”.
La Vendimia se impone acrítica y aséptica. Es más que un acto, un show, un desfile, una marchita o un teatro griego. Son las formas de un trillado guión, son la imposición de estereotipos y una de las representaciones para reproducir los modelos establecidos. Y un voto más, un voto para más de lo mismo que tanto puede y tanto tapa.
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