miércoles, 18 de marzo de 2015

La UCR sepultó, hasta en lo simbólico, la idea y el sello de centroizquierda

Diario UNO de Mendoza (página 7), 18 de marzo de 2015

 Durante el fin de semana el radicalismo sepultó un frente y armó otro, sepultó un candidato y anunció la sepultura de otro. Desde la madrugada del domingo quedó dibujado un escenario electoral, para muchos inesperado y muy incómodo para el tradicional bipartidismo de las democracias modernas, de los ciudadanos medios. En síntesis, no habrá centroizquierda, esas coaliciones que si bien no cambian nada por lo menos salvan las culpas de quienes cumplen con su deber ciudadano de elegir sus representantes, que si bien no los representan por lo  menos logran algo de simpatía y hasta de empatía.
El mercado electoral de lo establecido, tras los necesarios pasos como las PASO, terminará ofertando a Scioli y a Macri como excluyentes, los demás serán (si es que llegan) los testimoniales que quedaron en el camino y fuera del juego, y también aquellas necesarias utopías en creciente construcción.

Dos mendocinos fueron protagonistas de este giro, por lo menos en lo simbólico. Y así las encuestas los llevaron a votar la salida por la mínima, y priorizar las aspiraciones más conservadoras, las de ganar un par de gobernaciones, y otras tantas intendencias más, y contar con un grupo de legisladores por lo menos para sobrevivir en el juego del poder, donde algo hay que tener para aspirar a  tener más poder.
El radicalismo se encargará de los fiscales y las trafics, lobby, y Mauricio Macri pagará bien esos favores. El ex presidente de Boca ya tiene a Lilita para que las chicanas apunten para otro lado y a un centenar de empresarios millonarios para hacerse cargo de los gastos necesarios para poder llegar a emular a Silvio Berlusconi, por lo menos en términos de presidencias.
Scioli y Macri, allí apunta todo, incluido un balotaje si es necesario. El radicalismo pateó el tablero borrando del mapa a sus aliados, luego a su candidato y por último a esos electores sedientos de un sello de centroizquierda, esos que nunca les faltan a los chilenos o los españoles, o los uruguayos, o los franceses. Y reconozcamos que los sellos son importantes sobre todo cuando lo que se consume son imágenes y etiquetas, marcas.
El domingo quedó una tendaderal de candidatos y partidos sin rumbo, sin estructura y sin horizonte para ubicarse, ya que la casa matriz sólo tenía lugar para un par de gerentes en algunas sucursales.
Más allá de los roces, los desplantes  dentro del mismo radicalismo, donde la palabra más utilizada (desde hace años) es la de traidor, saben que lograron redefinir el último tramo del escenario electoral, prefirieron abandonar a sus socios socialdemócratas de la internacional socialista y compartir filas con los referentes del neoliberalismo que los dejó en el 2001 al borde de la extinción.
Scioli o Macri. El bipartidismo de la democracia de mercado no ofrecerá, por lo menos en la vidriera,  un sello de centroizquierda, lo que además de un anticipo de futuras políticas económicas, sociales y represivas muestran otra obra de un radical mendocino para escribir los últimos capítulos de su partido político, ese  que ya antes en su propia Mendoza acordó con neoliberales y conservadores y hasta reglamentó el multar a organizaciones gremiales y sociales por movilizarse.
La estrategia de Sanz comenzó en Mendoza, pero la cabeza de león es radical.

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