Diario UNO de Mendoza (página 7), 10 de junio de 2015
Es en la cúpula del sindicalismo, y desde varias hace décadas, donde está el gran freno para el avance político de los trabajadores. Esos a los que dicen representar son a quienes extorsionan y entregan mientras se enriquecen gracias a ellos. En esa casta de peligrosos burócratas ayer llegó el turno de otro sincericidio del dirigente de los gastronómicos y titular de la CGT Azul y Blanca, Luis Barrionuevo.
“En la época de los militares hacíamos paro, huelga, lucha, se conversaba, se negociaba, pero con este gobierno no tuvimos la posibilidad de ningún tipo de dialogo”, dijo ante la prensa con su característica mueca despótica, aunque luego intentó dar una explicación ante la vergüenza ajena de sus socios.
Por lo visto Barrionuevo conversó y negoció con los responsables de la desaparición de 30 mil personas, de la violación, tortura, despidos y exilio de otros tantos cientos de miles. Sí, dice que negoció y conversó con quienes aniquilaron todo tipo de libertades, incluso y sobre todo las sindicales, las políticas y las individuales. Quizás por eso a Barrionuevo se lo emparente con la dictadura, por seguir la mismas ideas económicas, las neoliberales, las que tanto defendió durante el menemismo que aniquiló el empleo y las leyes laborales en los ’90, o también al ser recordado por quemar urnas en el 2003, en Catamarca, ciudad en la que 28 años atrás había tomado por asalto la sede del sindicato gastronómico.
“Soy un recontraalcahuete de Menem”, aseguró alguna vez, y también dijo haber financiado la campaña electoral del riojano con un millón de dólares. Luego fue funcionario en ese gobierno, justamente en el área que controlaba las obras sociales.