jueves, 4 de febrero de 2016

Amasan la teoría del ñoqui para aplicar una receta carnicera

Diario UNO de Mendoza (página 10), 3 de febrero de 2016

Que los hay, los hay. Que irritan, sí, y mucho. Pero que la culpa es de los ñoquis es sólo propaganda, es uno de los ítems de la receta de esos carniceros que amasan todo lo que tienen enfrente para hornear delicatessen para pocos.
Ya está claro que la fórmula para la prometida “pobreza cero” consta de despidos masivos, techo a las subas salariales, caída del nivel adquisitivo, inflación, impuestazos, caída en el consumo minorista. Nada nuevo para viejas recetas a las que no le faltan los personeros de turno: el que decreta los diagnósticos y el tratamiento, el que fabrica y distribuye los paliativos y el que administra rejas y cerraduras.
Para el Estado-empresa todos, pero todos son ñoquis, sobra gente por todos lados, sobran sueldos y a éstos les sobran ítems, incentivos, horas extras y sobre todo pesos.
Todos los días echan “ñoquis” y a “punteros”. Se desgrasa diría un gorila en boga. La expulsión masiva de ñoquis tiene una metodología: un puntero señala a alguien al que se lo cataloga como ñoqui para proteger a un futuro ñoqui que se convertirá en nuevo puntero y luego en funcionario que obedecerá a la receta de turno. En síntesis, los que caen en la volteada son laburantes, son lo que se quedan sin su trabajo y pasan a engrosar la lista de despedidos, término que no se utiliza ya que prefieren decirle bajas.
Y así se amasa, se avanza con la receta que mató más de lo que curó. Esa que tiene profetas poderosos u obsecuentes, y creyentes forzados. Receta perfecta para pasar hambrunas, recetas de recortes y de polarizaciones.
Se esfuerzan con sus hipócritas sonrisas y sus sobreactuadas formalidades en hacernos creer que todos los despedidos son ñoquis, en que todos los que se movilizan son delincuentes que atropellan los derechos de lo que aún no se han quedado sin trabajo. Quieren que creamos en su receta, se ha hecho un gran esfuerzo por aggiornarla con novedosos condimentos. Esa misma tiene la fórmula para los que no crean en la ecuación perfecta: están los flamantes camiones hidrantes, los palos y balas de goma, las que no se niegan a nadie, ni a niños y niñas de una murga.
La vieja receta entre las indicaciones también recomienda decretar la emergencia en seguridad, comprar un par de burócratas sindicales y en casos de urgencia tener a mano el teléfono de un general, o coronel o cabo envalentonado.
Para la misma receta los buitres son bonitos amigos con los que hay que estar al día para ser parte de su mundo, el mimo que les facilita la vieja receta.
Así los que pujan por ganar la administración del Estado, esos que durante años han vivido de lo público (directa o indirectamente) ahora buscan desguazarlo con la lógica del mercado para el que todos son ñoquis, y así se precarizan los médicos de la salud pública, o echan celadores de las escuelas estatales mientras subsidian las privadas.

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