Diario UNO de Mendoza (página 8), 10 de febrero de 2016
Pax. De Saulo Mercader |
Empujar al constado desde un juicio de valor. Se trata de reforzar la subjetividad.
Hay palabras que acompañan a una gestión, a un gobierno, a un proyecto, a una época. Desde abstracciones hasta simple calificativos. Se anclan sobre alguna moralidad y las operan a través de un inmenso aparato represivo y comunicacional. Son en parte la síntesis de uno de esos tantos tips de algún relato: como por ejemplo la república, la inclusión, la patria, lo público, la libertad, el progreso, el mercado, o hasta la seguridad nacional.
Y así llegó el eslogan de campaña, el eslogan de Gobierno. Y así desde Cambiemos nos reclaman,y nos avisan a cada rato que nos conducen hacia un país “normal”. Desde Mauricio Macri hasta el último concejal de la alianza gobernante repiten hasta el hartazgo la necesidad de esa “normalidad” que no supimos conseguir. Y en todo discurso Macri y sus funcionarios, fieles a una estrategia de marketing político, atacan con el “inofensivo” sustantivo cargado de intencionalidades.
La normalidad, lo normal no son más que exclamaciones para justificar la normalización y la normativización.
La normalidad de qué, de quién, para quién. Normalidad es la forma legitimar lo ilegítimo e impopular; esa normalidad que nos prescribe un “orden”. Esa normalidad que es “restauración”, que es un “proceso de organización”.
Esa normalidad que piden no es más que lo establecido debajo de lo establecido, es el sentido común para los que miran de costado y toman prestado los prejuicios.
Y así la “normalidad” nos marca lo que no es normal, sin contexto y sin argumentación aparece lo anormal con sus peyorativos: manteros, trapitos, piqueteros, punteros, militantes, ñoquis, y las que se embarazan para cobrar planes sociales.
Polarizar pero mostrando que el polarizado es el otro, ese otro que no es “nosotros” y esos “nosotros” son los normales que van por la normalidad.
Sí lo normal nos conduce a la norma, está a una regla y ella a la autoridad. La norma que la moral nos conduce a las conductas propias y apropiadas que todo ciudadano debe respetar para ser alguien normal.
Y así un país normal tiene a Darío Lopérfido y Cecilia Pando para explicarnos sobre derechos humanos y las verdaderas víctimas de la dictadura.
La normalidad necesita de pobres aplacados y obedientes, y de muchos desocupados para regular los salarios en el mercado, ese mercado que es la normalidad ante el anormal Estado.
La normalidad es adulta y deberá reprimir a la peligrosa juventud
La normalidad es cultura y deberá suprimir toda contracultura.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario