miércoles, 11 de enero de 2012

El acalorado lobby de unas corporaciones

Diario UNO de Mendoza, 11 de enero de 2012 (Página 10)
Los grupos de presión contra los Ingresos Brutos e inspecciones laborales 
estuvieron al nivel de la térmica

Son obvios, recurrentes e históricos. Con fuerte presencia coloquial, con tradición encubierta y de moda en el discurso político. Estos tres elementos son el calor, el lobby corporativo y los relatos de los productores, los que se han apoderado hace unas semanas no sólo de la cima del termómetro, sino de la idea de  mendocinidad.
Se calcula que la temperatura empezó a subir en el mundo hace más de un siglo y medio a la par que las calderas hacían arder el carbón en fábricas, barcos y trenes durante el sostenido crecimiento de la Revolución Industrial. Por esos tiempos, se consolidaban los grupos de presión conformados por organizaciones empresariales, financieras y profesionales, que afinaban sus alianzas y estrategias en pos de sus intereses y nada más que estos.
En Mendoza, por estos días decenas de estas corporaciones y de estos consejos avanzaron e hicieron lobby sobre el poder político intentando frenar una ley impulsada por el Ejecutivo que les devuelve la obligación de pagar un impuesto al eliminar el privilegio de la tasa cero en los Ingresos Brutos.
Si bien se trata de una minoría con respecto al grueso de la población, estos grupos son quienes cuentan con “pares” en los sectores de decisión política, y quienes sustentan campañas y estructuras partidarias. Por lo que la coyuntura les da soltura para, como en este caso, adoctrinar, presionar y dictarle (exigirle) a la
oposición legislativa los rumbos (o el voto) a seguir.
Aún más: son quienes construyen el discurso económico, financiero y político, los que trazan las perspectivas a futuro al mejor estilo de un pronosticador climático.
Y si bien las corporaciones pertenecen a actividades disímiles los une una consigna: “No me toquen el bolsillo, dejen en paz mis ganancias”. Evidencian con claridad que los irrita, y mucho, que el Estado cumpla con su función fundadora, la de cobrar impuestos, pero también son los primeros en solicitarle subsidios, préstamos, moratorias, ministros y tantas otras cosas.
Pero han sido los productores, y sin disimulo, los que buscan fortalecer el discurso del sentido común con sus relatos que dan cuenta del “ser mendocinos”, los que les ponen palabras, sobre todo adjetivos, a la hora de ocupar la escena pública y privada: la tradicional y la social.
Vale sentarse, escucharlos y así entendernos, y por qué no asquearnos de esta mendocinidad que sirve para sentar las bases de lo que no se toca, ni se critica y de la que no se puede escapar.
Muchos de estos productores, en nombre de sus abuelitos, justifican lo injustificable. Son los mismos que no se animan a repudiar el secuestro, la violencia y la humillación que recibieron dos periodistas por hacer su trabajo o la amenaza de muerte que recibió otro, sólo por ser un trabajador de prensa.
Son estos productores (dueños de fincas, chacras y campos), entre otras actividades, ya que muchos han diversificado sus estrategias en el abanico industrial y comercial, los que fortalecen y hegemonizan el discurso público, con argumentos discriminatorios y racistas, con los que reproducen la idea explotación y la esclavitud como curso natural de la historia, como su sistema de sustentabilidad.
En su gran mayoría no mostraron vergüenza ni arrepentimiento a la hora de que un par de los suyos apuntaran con un arma y vejaran a quienes testimoniaban el trabajo en negro en sus fincas. Todos lo contrario: salieron a presionar al Estado para que hiciera las inspecciones en sus campos lejos de las temporadas de siembra y cosecha, obvio cuando no se evidencie el trabajo infantil y fuera de toda regulación.
Los impuestos, el trabajo en negro y el abuelito serán parte del argumento de un discurso para el lobby desesperado, amateur y profesional que dibuja una realidad que oculta tantas otras y no tiene quién las represente. Y cuando lo establecido se ponga incómodo o se vea en parte jaqueado, el calor siempre será un buen argumento para cambiar de conversación.

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