Diario UNO de Mendoza, miércoles 22 de febrero de 2012 (página 12)
El sistema económico y financiero viene expulsando
a las
personas de un derecho básico
Techo, paredes y piso son algunas de las tantas figuras
expresivas con las que se designa a una vivienda, sea una casa o un
departamento. Son palabras que remiten a necesidades básicas. Por ejemplo, el
techo, a la seguridad, la protección; las paredes, a la intimidad y el piso, al
arraigo, la pertenencia.
Esa casa, como estructura; hogar, como hábitat complejo de individuos y pasiones, o la vivienda como ítem estadístico y demográfico, confluyen en una realidad social, en crecientes expectativas, en reiterados fracasos de políticas públicas y en negocios financieros e inmobiliarios.
En las últimas décadas, el crecimiento poblacional tiene una relación inversa con las posibilidades de acceder a una vivienda.
El triunfo del neoliberalismo económico del menemismo durante la década de los ’90 terminó de minar las políticas sociales que sobre este tema venían cacheteando y desapareciendo desde hacía más de 20 años.
Con la entrega al sistema financiero como ejecutor ideológico y económico y con la aniquilación de las leyes laborales se excluyó a los sectores asalariados, los que se vieron negados del crédito y pasaron a ocupar, como “elite marginal”, la preferencia del orden de méritos para futuros, inciertos, demorados y escasos planes de viviendas sociales, desplazando así, y aún más, a los crecientes sectores de desocupados y expulsados del sistema.
Esa casa, como estructura; hogar, como hábitat complejo de individuos y pasiones, o la vivienda como ítem estadístico y demográfico, confluyen en una realidad social, en crecientes expectativas, en reiterados fracasos de políticas públicas y en negocios financieros e inmobiliarios.
En las últimas décadas, el crecimiento poblacional tiene una relación inversa con las posibilidades de acceder a una vivienda.
El triunfo del neoliberalismo económico del menemismo durante la década de los ’90 terminó de minar las políticas sociales que sobre este tema venían cacheteando y desapareciendo desde hacía más de 20 años.
Con la entrega al sistema financiero como ejecutor ideológico y económico y con la aniquilación de las leyes laborales se excluyó a los sectores asalariados, los que se vieron negados del crédito y pasaron a ocupar, como “elite marginal”, la preferencia del orden de méritos para futuros, inciertos, demorados y escasos planes de viviendas sociales, desplazando así, y aún más, a los crecientes sectores de desocupados y expulsados del sistema.