jueves, 16 de febrero de 2012

Muerte, fotos, prensa y un debate viciado

Diario UNO, 15 de febrero de 2012 (Página 14)
Los límites del periodismo 
entre intereses, prejuicios y la puesta en escena “sensacionalista”
Primero el escaparate, luego la tapa del diario y ahí está la foto. La modelo muerta en su baño profundizó el debate sobre los medios de comunicación en el país. Esta vez, la discusión se trasladó del viciado y confuso contrapunto entre periodismo militante y oficialista versus periodismo corporativo y opositor a la vieja dicotomía: prensa seria frente a prensa sensacionalista.
El sensacionalismo es la esencia de todo periodismo masivo, no sólo del popular, aunque este cargue con el mote de sensacionalista o amarillo al escapar de los registros de los sectores más “cultos”, letrados y acomodados que se adueñaron de los valores del gusto, de estilo y las formas, o sea de la moral, para imponer los límites del bien y del mal.
Obviamente invadir la intimidad es una mierda aún y, sobre todo, la de alguien que ya no tiene ni la chance de defenderse. Pero el morbo no sólo está en lo que se muestra, sino también en lo que se oculta, se deforma o transforma; en lo que se naturaliza y festeja sin un análisis profundo, por ejemplo describir o mostrar el aplauso festivo de un grupo de vecinos por un par de cadáveres que minutos antes, cuando eran seres, habían delinquido.
Pero el sensacionalismo como registro, como estética más allá del contenido, no sólo está en lo que se publica o televisa, también está en los actos públicos, esos que se muestran como algo “normal”, pero tienen una fuerte intencionalidad de mostrar una ruptura con lo cotidiano para que los haga noticiable.

La ministra de Seguridad armó la escena y, con tino, separó de sus funciones a los policías que habrían vendido las fotos de la modelo muerta pertenecientes a un expediente judicial. De golpe, las fotos adquieren más importancia de las sustancias que “se llevan” algunos uniformados de los operativos o a las redes criminales a la que pertenecen y, claro, la portada del diario no sólo mostró una tragedia personal, destapó también la impunidad. La funcionaria ocupó un largo tiempo, además, para mostrar una supuesta operación de prensa en la que unos camarógrafos le daban un cuchillo a un pibe en la terminal de Retiro, para que un canal generara “sensación” de inseguridad. Una nimiedad, ya que esto lo hacía la ex ministra de Defensa mientras los ingleses seguían militarizando la zona de Malvinas, mientras apresaban y reprimían a manifestantes sociales en Catamarca.
A la hora de sensacionalizar y sacar provecho, la cúpula de la Iglesia pidió que el tema sobre las nuevas tensiones en el Atlántico Sur no tenga un uso político, como si hablar de colonialismo, soberanía o autodeterminación no fuera algo totalmente político, como si la paz o la guerra no fueran una decisión política.
Sensacionalista es el disfraz del burócrata sindical y dirigente partidario que para las fotos y las cámaras se encubrió con ropa de trabajo y casco amarillo para actuar, en un acto presidencial, como referente de los trabajadores mineros que se salvan de la desocupación y el retraso.
Perversos y sesgados se abren sobre el periodismo debates que nacen viciados de contradicciones.
Acaso los medios oficialistas no son una corporación (“corpo”) que defiende, atraviesa, se superponen y alimentan, en muchos casos, los intereses de quienes ellos muestran como sus enemigos.
El periodismo, todo el periodismo, quiera o no, manipula, altera y recrea la realidad, da a los acontecimientos una nueva dimensión. Está en la naturaleza propia de la producción del discurso el carácter sensacionalista de la información. La noticia es parte de un entramado psicológico y cultural, atravesado por esferas pedagógicas, legales, morales y políticas. El periodismo es una forma de ficción, no es la realidad, sino el recorte que se hace de ella, es la construcción de un ahora sin historia, de una situación sin contexto.
Por suerte y en última instancia, la noticia es tal después de que se lee, se comparte y se resignifica. Y se lee lo que se quiere, lo que se puede, lo que se entiende y lo que se cree.

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