jueves, 20 de septiembre de 2012

Ni espontánea y menos sin ideología

Diario UNO de Mendoza (página 10), 19 de setiembre de 2012
Escondiendo su militancia y sus referentes,  un sector de la sociedad marchó contra el Gobierno
Ningún cambio social, ninguna reforma, ninguna revolución llegó sin que hubiera un empoderamiento del espacio público, sin que se tomaran las calles. Sin movilización. Es allí donde el reclamo, la bronca, el apoyo, las ideas van acompañados de lo más fuerte e indisoluble, el cuerpo de cada uno de los sujetos que confirman y sostienen ese hecho político.
Es así que a diario gremios, ONG o partidos políticos se adueñan de una arteria, de una esquina, de una explanada y levantan su tribuna para hacer ver sus pedidos. La organización ha sido clave en toda transformación.

El anochecer del jueves pasado tuvo en el país y sobre todo en Mendoza, una manifestación que por la cantidad de individuos, entre otros elementos, marcó un punto de inflexión para el análisis.
Opositores al kircherismo tomaron las calles y lo hicieron con cacerolas y carteles. Con cánticos y sin banderas, con una tribuna transversal para disimular cualquier liderazgo, lo que hizo y hace más complejo este fenómeno social.
Hubo tres expresiones que proclamaban los movilizados, o sus interlocutores posmovilización, y que estaban lejos de la realidad: “espontánea”, “autoconvoncados” y “sin ideología”. Las marchas que hubo en todo el país no se trataron de autoconvocados que en forma espontánea coincidieron en un punto estratégico para levantar una voz desideologizada. Durante casi 10 días se trabajó y con fuerza para llegar a ese hecho político. Se utilizaron las redes sociales, el boca a boca y hasta los clásicos volantes para convocar, persuadir, convencer: eso se llama militancia, y lo hicieron personas sin estructura partidaria, y también otros enrolados en estructuras como el radicalismo, el PD, el PRO y hasta de sectores de la Iglesia.
Una de las estrategias es la de politizar la despolitización, demonizar lo político; para eso se borra de la escena a los líderes y amalgaman consignas buscando “unidad”. Quizás el lema unificador fue el reclamo contra la inseguridad, ya que logró englobar a los sectores que buscaban marcarle el territorio al oficialismo, sabiendo que es algo “sensible” a la generalidad de la población. Pero la concentración del jueves avanzó y dejó en claro varios temas que a varios irrita. Así se hicieron sentir “pedidos” coyunturales como el rechazo a la posible re-reeleción de la Presidenta; o económicos, como la oposición al cepo a la compra de dólares, al avance de la AFIP, a la limitación de las importaciones; o también contra medidas sociales como la asignación universal, y hasta históricas como el repudio al peronismo como modelo social, político y de clase, que quedó evidenciado en los comentarios y cánticos donde la “negra”, la “puta” y la “yegua” acentuaron la cuota de racismo, machismo y xenofobia.
Y no faltaron las cacerolas y las interpretaciones o razonamientos complejos que este fenómeno representa en Latinoamérica. Están quienes buscaron comparar el cacerolazo con los del hambre, la desocupación y la desesperación del 2001 en la Argentina, y también están los que encontraron muchos puntos en común con los del odio, el desprecio y el golpismo de principios de los ’70 en Chile.
Desde el jueves pasado se busca polarizar entre la dicotomía de los modelos e intereses que representan los gobiernos y los de los caceroleros versión 2012, lo que termina invisibilizando los amplios sectores tan críticos al Gobierno como a la oposición que se presenta con las falacias de espontánea, autoconvocada y sin ideología.

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