Diario UNO de Mendoza (página 10), 19 de setiembre de 2012
Escondiendo su militancia y sus referentes, un sector de la
sociedad marchó contra el Gobierno
Ningún cambio social, ninguna reforma, ninguna revolución
llegó sin que hubiera un empoderamiento del espacio público, sin que se tomaran
las calles. Sin movilización. Es allí donde el reclamo, la bronca, el apoyo,
las ideas van acompañados de lo más fuerte e indisoluble, el cuerpo de cada uno
de los sujetos que confirman y sostienen ese hecho político.
Es así que a diario gremios, ONG o partidos políticos se adueñan de una arteria, de una esquina, de una explanada y levantan su tribuna para hacer ver sus pedidos. La organización ha sido clave en toda transformación.
Es así que a diario gremios, ONG o partidos políticos se adueñan de una arteria, de una esquina, de una explanada y levantan su tribuna para hacer ver sus pedidos. La organización ha sido clave en toda transformación.
El anochecer del jueves pasado tuvo en el país y sobre todo en Mendoza, una manifestación que por la cantidad de individuos, entre otros elementos, marcó un punto de inflexión para el análisis.
Opositores al kircherismo tomaron las calles y lo hicieron con cacerolas y carteles. Con cánticos y sin banderas, con una tribuna transversal para disimular cualquier liderazgo, lo que hizo y hace más complejo este fenómeno social.
Hubo tres expresiones que proclamaban los movilizados, o sus
interlocutores posmovilización, y que estaban lejos de la realidad:
“espontánea”, “autoconvoncados” y “sin ideología”. Las marchas que hubo en todo
el país no se trataron de autoconvocados que en forma espontánea coincidieron
en un punto estratégico para levantar una voz desideologizada. Durante casi 10
días se trabajó y con fuerza para llegar a ese hecho político. Se utilizaron
las redes sociales, el boca a boca y hasta los clásicos volantes para convocar,
persuadir, convencer: eso se llama militancia, y lo hicieron personas sin
estructura partidaria, y también otros enrolados en estructuras como el
radicalismo, el PD, el PRO y hasta de sectores de la Iglesia.
Y no faltaron las cacerolas y las interpretaciones o
razonamientos complejos que este fenómeno representa en Latinoamérica. Están
quienes buscaron comparar el cacerolazo con los del hambre, la desocupación y
la desesperación del 2001 en la
Argentina , y también están los que encontraron muchos puntos
en común con los del odio, el desprecio y el golpismo de principios de los ’70
en Chile.
Desde el jueves pasado se busca polarizar entre la dicotomía de los modelos e intereses que representan los gobiernos y los de los caceroleros versión 2012, lo que termina invisibilizando los amplios sectores tan críticos al Gobierno como a la oposición que se presenta con las falacias de espontánea, autoconvocada y sin ideología.
Desde el jueves pasado se busca polarizar entre la dicotomía de los modelos e intereses que representan los gobiernos y los de los caceroleros versión 2012, lo que termina invisibilizando los amplios sectores tan críticos al Gobierno como a la oposición que se presenta con las falacias de espontánea, autoconvocada y sin ideología.
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