miércoles, 26 de septiembre de 2012

Discuten con la idea de no reformar nada

Diario UNO de Mendoza (página 12), 26 de setiembre de 2012
El vapor político es humo de un conservadurismo  que mimetiza a los partidos mayoritarios
No es un año electoral pero el vapor político quema hacia adentro y hacia afuera. La discusión abarca todos los temas, desde añejas cuestiones republicanas de principios del siglo XIX hasta cuestiones relacionadas con esas incomodidades que el “progreso” afecta a la cotidianeidad y a ese desesperante artilugio llamado futuro que no es más, en el accionar desde el pedestal ejecutivo, que estrujar a cualquier precio el ahora.
El vapor quema y aún más cuando se miran para adentro, cuando ven que las estructuras que controlan el poder, los partidos políticos tradicionales y mayoritarios se parecen tanto que cualquier alianza se les presenta permisible, que cualquier relato les abre una arteria de escape. Los suyos y los ellos tienen unos de los ellos y otros de los suyos. Conservadores y liberales marchan juntos sin la necesidad de algún bipartidismo macondiano.

Reformar, conservar, conformar. La nada. Los mismos con sus manos en los bolsillos; la mirada, asqueada, a un costado; y la voz del deber ser tan al frente y fuerte para que se escuche y de paso se pierda en un abismo.
No se animan a reformar los casi centenarios escritos de los “iluminados” que le dieron forma a una provincia de unos pocos y para otros pocos.
Mientras un docente en San Rafael sale a defender la laicidad en la educación pública, la Santa Inquisición recluta y contraataca, y el Estado se hace el ausente mientras sus funcionarios (gobernador e intendente) encabezan desde un palco fiestas patronales. Lugar privilegiado para armar un escenario político, para movilizar a la “sociedad civil” e impregnar de misticismo religioso negando y estigmatizando de esa forma todas las minorías.
Llevan tres décadas negociando reformar la Constitución de Mendoza, pero siempre hay un escollo. O en realidad el problema casi siempre radica en que algunos ven algún peligro para su continuidad o aspiración en la lógica del caciquismo, donde el nombre propio es adjetivo de consigna, más allá de cualquier idea o programa.
El único objetivo es el sillón, y eso siempre, de antemano, pende de las especulaciones, de que si un desdoblamiento y una reelección les suma o quita o quienes les quitan o les suman en sus propias filas.
Desde algún campo, alambrado adentro, donde el trabajo en negro es el común denominador y sale a la luz un reclamo, o con una denuncia anónima que terminó con un gran operativo en un edificio céntrico, viene quedando al desnudo la trata de personas, de menores. La salida que proponen es “eliminar los prostíbulos” como si esto eliminara a los explotadores sexuales, a los esclavizadores de cuerpos, a los tratantes de personas.
Se trata de esos mismos que manejan el suculento negocio del narcotráfico y que tienen aceitadas las redes de impunidad, y que cuentan, también a su favor, con la respuesta del Estado a la sociedad: perseguir y condenar a la víctima, a los consumidores de las drogas que están fuera del circuito médico farmacológico.
Ese mismo Estado, que como ya dijimos se arrodilla ante el fundamentalismo religioso, avanza para ponerle trabas a la ley, buscando evitar las prácticas de aborto no punible (ratificado por la Corte, recordemos), y de esta forma terminan revictimizando a las mujeres víctimas de una violación, profundizando los abortos clandestinos, con todas las consecuencias de riesgo que conllevan, o incentivando estas prácticas en clínicas privadas, a las que sólo pueden acceder quienes cuentan con el dinero para esto.
Hipócritas. Discuten y negocian todo para no cambiar nada. Se encubren con matices que les aseguran seguir siendo cortesanos y estar cerca de ese trono que los desvela. Se chicanean con argumentos prestados para montar una actuación acorde al escenario en cuestión: Casa de Gobierno o Legislatura.

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