miércoles, 28 de noviembre de 2012

Éxtasis de impunes y el sentido común

Diario UNO de Mendoza (página 12) 28 de noviembre de 2012
Avanzan y confluyen en el punto, logran lucrar con todo lo que estigmatizan y criminalizan
Los seres según Max Ernst.
El escéptico relaciona, comenta y sigue descreyendo. Le faltan un par de pruebas para las denuncias y es difícil que las consiga, y si lo hace, es más difícil que perduren. Pero se conforma con sus sobrados argumentos para seguir desconfiando, asqueándose.
Este personaje ve que en un punto todo se relaciona, allí donde confluye el éxtasis de la impunidad, de los negociados.
Los destinatarios de la bronca del escéptico no son pocos. Esos saben lo que hacen y cómo hacerlo: son los que deciden darle forma a la historia y en ella se inspiran. Siempre estuvieron con su doble rostro. En el caso de estas tierras, una de las caretas es la del mendocino conservador, medido y destacado, y la otra, la real, es la del que conocen sus socios, sus cómplices.

Hablamos, entre otros, de los que militan en contra de los organismos y militantes de derechos humanos. Y lo hacen con aprietes, amenazas y escarches. Esos mismos que desde hace rato buscan enfrentar a los familiares de desaparecidos por la última dictadura con los familiares de las víctimas del delito, del delito no pergeñado por el Estado. Y en este estéril y ridículo enfrentamiento salen a justificar la “mano dura” y a los represores (torturadores, violadores, ladrones).
Esos mismos que son o fueron funcionarios, esos que siempre encuentran un recoveco para justificar la mierda de sus acciones o sus nombramientos, esos que se desdicen o mutan según la conveniencia del momento.
El escéptico ve cómo el conservadurismo es la mejor forma de estigmatizar todo lo que pueda romper un negocio cerrado. Y pone ejemplos: si se legaliza la marihuana, ¿quién pierde? Y se responde explicando que son los mismos que buscan criminalizar la prostitución. O sea el proxenetismo y el narcotráfico que funcionan y operan desde las mismas redes que se adueñan de una esquina, que liberan una zona y que reparten sus suculentas y sucias ganancias entre personajes de uniforme o corbata, esos que buscan ascensos o conservar sus puestos de privilegio en las esferas donde se “decide”, se “juzga”, se “condena” o se “paga”.
En esas redes también opera el contrabandeo, el lavado de dinero, la bicicleta financiera….
También se puede agregar el caso del “moralista” activista contra el aborto y dueño de una clínica privada, donde la principal actividad son los abortos clandestinos.
Es como el caso de los políticos que ponen reparos contra la reforma (cambiar una Constitución centenaria, retrógrada y excluyente), ya que temen perder ese lugarcito que les posibilite ser en cuerpo presente los que les ponen porcentaje (cometa) para una licitación o adjudicación. Y en el fondo, ninguno la quiere cambiar, si no veamos cómo, a su forma, la boicotearon durante los últimos años.
El escéptico dispara su bronca, su verdad y lo hace creyendo que los “mafiosos” e “hipócritas” que lanzan sus palabras sirven para algo. No se da cuenta de que no tiene las armas para enfrentar el relato del sentido común ese que apaña, reproduce y esconde. Y ese discurso también convence, moviliza y les da argumentos a los sicarios, y por desgracia a los descerebrados que son los más peligrosos y que hacen sus primeras armas escondidos tras un seudónimo como foristas en las redes sociales o en los medios digitales.
Para desalentar aún más al escéptico, les recordamos las alianzas políticas electorales de los últimos años, los cambios, los recambios y los reposicionamientos de los protagonistas, los que fueron de un lado a otro y cómo sus discursos flamearon según los caprichos de los vientos, los que siempre los guían al puerto donde los espera un cargamento y nuevo embarque.
En un punto confluyen, en el punto donde todo se relaciona para poder someter a aquello que sus tentáculos no puede estrangular para mostrar como una caricia.

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