miércoles, 16 de enero de 2013

La mirilla, una forma de ver el mundo

Diario UNO de Mendoza (página 10), 16 de enero de 2012
Es el cómodo e hipócrita lugar desde donde se cataloga, se juzga y se estandariza
La mirilla es el lugar desde donde se cataloga, se juzga y se estandariza. Desde donde se aprecia al mundo, como si quien sostuviera la sesgada mirada no fuera parte del mismo, de lo mismo.
Y tras esos vistazos, el prejuicio, el desprecio y el miedo se desparraman en el burbujeo hipócrita de la narración cotidiana donde el otro, siempre culpable, es el detonante que arrastra un sinfín de calificativos y argumentos con los que sólo reproducen las miserias con las que recrean y refuerzan un mundo miserable.
Tras un apagón generalizado, un funcionario comentó, seguro y convencido: “Y qué querés, si ya en cualquier barrio tienen aire acondicionado”. La frase, según la época y el lugar, se puede adaptar a cualquier electrodoméstico. Lástima que quien lo dijo se rasga la vestiduras (y lucra) como representante del campo nacional y popular. ¿Contradicción? Jamás, si luego encontrará su justificación al entregarse en su mundo de mirillas electrónicas tras el muro, en su barrio amurallado que lo separa de esos que osan poseer bienes de consumo que el sentido común tiene reservado para unos pocos.

En la Subsecretaría de Trabajo reconocieron que la explotación infantil y el trabajo en negro han adquirido nuevas formas. Ahora a los niños se los oculta en sus casas o se los hace trabajar en horarios nocturnos para evitar quedar en evidencia en los horarios en los que podrían llegar las inspecciones.
El trabajo infantil es un ataque a los derechos humanos, a las leyes laborales e impositivas, pero los argumentos de los explotadores (varios legisladores que tienen su “finquita” lo utilizan) es siempre el mismo: “Se trata de una cuestión cultural”, “los chicos aprenden un oficio”, “es la única forma de sostener la producción”, “es mejor eso a que reciban un plan social” o algunos más burdos, grotescos y sobre todo xenofóbicos en los que la procedencia de los niños o de los padres ya es un argumento valedero para justificar que se sigan sosteniendo relaciones feudales o de esclavitud en las zonas rurales, sobre todo, y fabriles de la provincia.
La mirilla por la que miran el mundo algunos productores y empresarios les permite ver los atropellos, la violencia, la inseguridad que los rodea, que viven y que sufren, pero que nunca producen, la que ejercen, la que esconden y las que le facilita su lugar de privilegio social, político y económico que es desde donde narran los tips del bien y del mal, de lo bueno y lo malo.
Es como el que arrasa (se roba) todo lo que puede –hasta nimiedades– de sus compañeros de trabajo, en una oficina o en una escuela, y luego pide la pena de muerte para los delincuentes. Hipócritas adoctrinados y regulados por la lógica de la mirilla desde donde se ve lo que hay que ver para luego decir lo que hay que decir.
Por estos días, en que las vacaciones en el Pacífico están señaladas con marcador en muchos calendarios, el contrabando hormiga no cesa. La idea es esconder, coimear o esperar a tener suerte para pasar todo lo que se pueda desde Chile sin pagar los impuestos del caso. Luego esos mismos son lo que se regodean con su “avivada” y de paso terminan apoyando desalojos de vendedores ambulantes o artesanos.
La mirilla no solo estimula desconfianza o reafirma el límite y la distancia, sobre todo distorsiona y recorta. La mirilla ya tiene predeterminada la imagen que será vista, con nombre y subtítulos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario