jueves, 31 de enero de 2013

Los frutos de los próceres del racismo

Diario UNO de Mendoza (página 10), miércoles 30 de enero de 2013
La tribuna futbolera, al final, reproduce las ideas de algunos “iluminados” de nuestra historia
Gran parte de la violencia y la discriminación (simbólica, verbal y física) se ve magnificada y toma visibilidad en el fútbol, en las tribunas convertidas en escenario de una cosmovisión dominante. La semana pasada una bandera de un país vecino (cuya mayoría de la población pertenece a los pueblos originarios) fue lo que se utilizó como elemento de agravio hacia el rival de turno. Nada nuevo, desde hace décadas cánticos, comentarios y apodos refuerzan a lo largo del territorio de nuestro país (y de otros) las estigmatizaciones que tienen un sustento cultural y económico.
En el fútbol todo es más explícito, no se utilizan esas sutilezas que también enseñan la escuela, la familia, la religión y la tradición.
Veamos cómo los próceres que alimentamos, festejamos y homenajeamos, esos a los que se les cantan himnos, llevan el nombre de una calle, una plaza o una ciudad, o su cara en un billete son los que fundaron la idea racista y xenófoba que tanto incomoda cuando se visibiliza.
Sobre los pueblos originarios y sobre los sectores populares Domingo Faustino Sarmiento (el educador, el presidente) escribió: “Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poder remediarlo. Esa calaña no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos indios piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso. Su exterminio es providencial y útil, sublime y grande… El poncho, el chiripá y el rancho son de origen salvaje y forman una división entre la ciudad culta y el pueblo, haciendo que los cristianos se degraden…”.
Acotando a la lista, a las ideas del “gran” Sarmiento le podemos sumar las acciones de Roca, el genocida, el exterminador, el conquistador de las pampas que repartió el país entre una pocas familias “cultas” y que entre otras cosas dijo: “...La raza más débil tiene que sucumbir al contacto de la mejor dotada, ante la más apta para el trabajo”. Y a estos se agregan, entre otros, Mitre, Avellaneda, Rivadavia.
Cómo vamos a tener una sociedad un poco mejor, cómo vamos a apuntar a un mundo menos cruel cuando seguimos mistificando a quienes bañaron la tierra de la sangre que nutrió las raíces que hoy alimentan con sus frutos.
O acaso el concepto en boga de la “tolerancia” no conlleva las ideas de un superior con derechos adquiridos sobre los otros a tolerar.
Ese grotesco que muestra una tribuna futbolera no es más que la evidencia de lo que hacen quienes emplean trabajadores en negro; que explotan a menores en las fincas, en hornos de ladrillos, o fábricas y que cuentan con los iluminados que dejaron la bibliografía y toda una resistente estructura para justificar los atropellos, el desprecio, la discriminación y la explotación.
No nos equivoquemos con el sentido común de la tribuna: la violencia del barrabravas no es “barbarie”, es los que algunos próceres enseñaron e hicieron contra los “bárbaros”.

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