domingo, 9 de junio de 2013

Los imaginarios que traspasan la prensa

Diario UNO de Mendoza (pagina 12), viernes 11 de junio de 2013
La información, muchas veces, edifica realidades lejanas a las que se imaginó el periodista
Los medios en el medio. Expuestos, analizados, juzgados. Medios desnudos, pululantes, críticos, en crisis. Hablamos de periodismo y vemos cómo se caen sus decálogos, sus absolutos, muchas veces empujados desde los propios medios. La realidad viene demostrando que los géneros informativos son engañosos, que la brecha entre opinión e información se achica y mixtura cada vez más, que el argumento pide a gritos su espacio y este tiene un abanico de verdades, de datos, de historias. La valoración, la jerarquía y los géneros periodísticos han ido cediendo, ingresando en una transversalidad en la que todos toman prestados los recursos necesarios para no perder a sus lectores, que en el caso de los medios gráficos son quienes justifican su existencia.
En el Día del Periodista hablamos de periodismo, algo que los periodistas hacen todos los días. Pero una esencia que traspasa la historia, los objetivos y los contenidos. Los lectores.
Vemos cómo los diarios siguen buscando una visión (por proximidad geográfica o de lenguaje) del mundo más cercano a sus consumidores, los que en la mayoría de los casos son herederos históricos del melodrama, la novela sentimental y la novela negra. Los medios gráficos, a su manera, buscan el escenario simbólico donde el lector sienta que dialoga tras el discurso que se cruzó con su vivir, sentir e interpretar.
Y así la ficción y la información se retroalimentan. La experiencia humana, su esencia, sus miserias y sus miedos empujan a la prensa a que siga cazando discontinuidades, en los cuales el caso aislado, limitado en argumentación y contexto, termina en una narrativa que generaliza y se revaloriza. Se trata de la anécdota de cualquier hecho marginal que parezca atractivo, y así el periodismo seguirá construyendo el guión del mundo pensado para su público, ese guión que se centralizará en el drama del día tan próximo (geográficamente o simbólicamente) al lector/a.
Pero esos imaginarios que construye la información muchas veces edifican realidades lejanas a las que se imaginó el periodista o el editor. Vemos que, por un lado, toda la industria cultural cuenta en la prensa con un poderoso y cotidiano dispositivo de interpelación de lo popular, pero también, por otro lado y sobre todo, los discursos traspasan sus propias fronteras y objetivos. Se independizan y reconstruyen, mueren o se transfiguran, capitulan, reviven.
Los lectores/as son fieles a un título de prensa y, por ende, a un diario, porque precisamente saben con qué clase de discurso se van a encontrar. Quienes consumen los diarios se lo apropian a sus representaciones sociales, las que son mucho más amplias y complejas que las propiedades discursivas del título.
De esta forma, el discurso, en forma de noticia, y su inserción en su soporte, en este caso el papel, enmarcan una confluencia polifónica de sentidos y realidades que entretienen y moralizan, pero sobre todo encuentra la legitimación e inclusión dentro de distintas representaciones sociales. El lector reconstruye, lee también descreyendo, eligiendo, traduciendo y reproduciendo su recorte con su habla coloquial, pone personajes a un dato y adjetivos a un verbo. Hace una novela de un editorial y muchas, pero muchas veces desconoce, olvida o descarta gran parte del andamiaje de sentidos que se construyó en el púlpito, la redacción.


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