Diario UNO de Mendoza (página 10), 11 de setiembre de 2013
Si aún hay personas excluidas de la lecto-escritura es porque hay quienes ganan con eso
Que todavía el analfabetismo atraviese a las personas es tremendo, y es también un ejemplo de cómo sigue cimentando la pirámide social. Y sí, esa condición avasalladora de futuros derechos aún existe por estas tierras agrícolas, petroleras e industriales, muy ricas y productivas para algunos.
Según los números, las estadísticas, dos de cada cien personas tienen esa valla, ese muro, ese grillete llamado “analfabetismo”.
Es más, Mendoza está por encima de la media nacional, y también por arriba de las provincias vecinas.
El analfabetismo ata, esconde, limita. Es una de las herramientas que se utilizan para la explotación, el trabajo en negro, el trabajo infantil, la trata de mujeres. Y no es casualidad que en las comunas más pobres y alejadas se duplique el porcentaje de seres humanos que no saben leer y escribir. Es una de las lógicas con las que subsiste un sistema de exclusión y expulsión, un mecanismo perverso que reditúa estrujando cuerpos destituidos de los instrumentos de la lecto-escritura, esos que le ponen palabras a sufrimientos, humillaciones y a la violación de sus derechos fundamentales. sujetos dentro de sus culturas, sus historias y, sobre todo, sus derechos.
Desde la Dirección General de Escuelas, con su constante idea de estigmatizar para justificar lo injustificable, dicen que en Mendoza hay más “población extranjera” que en otras provincias. Y si fuera así, ¿no tendría que ser el Estado el encargado de proteger a esas personas que, además, por estar indocumentadas, se ven ampliamente relegadas a la hora de interactuar con las instituciones públicas o privadas?
Las políticas nacionales y provinciales, actuales y pasadas, prefieren no atacar el analfabetismo, ya que favorece el caciquismo, cultiva la caridad, el misticismo religioso, la enajenación, la violencia de género y sexual, y la xenofobia como algo naturalizado.
Así vemos como las fincas, los hornos de ladrillo y el servicio doméstico siguen generando riquezas gracias a la explotación y la complicidad del Estado. Vemos cómo se sigue financiando la educación privada como otra de las formas para seguir ampliando las diferencias.
En síntesis, con el analfabetismo hay quienes ganan alejando a hombres y mujeres, a niñas y niños, de sus culturas, sus historias y, sobre todo, de sus derechos.
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