Diario UNO de Mendoza (página 10), 22 de enero de 2014
Un tránsfuga no es en este caso –aunque los hechos y personajes se parezcan a la realidad– un maleante, un patán, un crápula, un cretino, un mafioso sino explícitamente lo que los diccionarios definen, y lo detallan así: persona que se pasa de una ideología a otra, o aquel que con un cargo público no abandona éste al separarse del partido que lo presentó como candidato, o el que se cambia de partido político, o hasta el militar que se va al otro bando en tiempo de conflicto.
En síntesis, y para que nos entendamos y no se ofendan los tránsfugas, tránsfuga es solo la adjetivación que describe el accionar de un político en un tiempo y un momento.
No se trata de una condición argentina, el transfuguismo es parte de la historia universal, de la universalidad humana, tan humana, relacionado centralmente con el poder por más que coloquialmente y popularmente se fuerce la expresión a relacionarla siempre con aspectos ilegales y escondidos, los que en algún caso podrían ser colaterales.
El transfuguismo también se dio reiteradamente en el negocio de la fe, con cambios de congregaciones o órdenes, o hasta de religiones, de sus referentes encumbrados en alguna región estratégica con fines políticos y obviamente económicos. Hubo bufones tránsfugas que cambiaron de corte vaya a saber con qué argumentos.
El tránsfuga Difonso, de concretarse, seguiría los pasos de Omar Parisi. Y bueno, si vamos a nombrar gente lo increíble es que la lista es tan larga que queda fuera de la nota y se confundiría con una guía de teléfono.
Por nombrar algunos, en Mendoza tenemos a los recientes Fayad e Iglesias, quienes se arrepintieron como los no tan recientes Julio Cobos, Alfredo Cornejo, Guillermo Amstutz,; y Ricardo Puga, que no sólo supo de cambios sino que ha sido un forjador de espacios para tránsfugas.
A nivel nacional Felipe Solá, Sergio Massa y Lilita Carrió son algunos y algunas de los tránsfugas más famosos. Hay algunos que marean por la cantidad de sellos políticos y aliados que han ido usando y dejando en el camino.
El tránsfuga es para algunos un traidor, para otros se trata de un converso. Dicen que es un acto de hidalguía, o de camaleón rastrero. Que se trata de un apóstata, de un esclarecido, un renovador, un renegado y hasta de alguien que recibió la revelación para rebelarse.
Allá por el 2005 en nuestro creativo país se comenzó a denominar al transfuguismo como borocotización: “Se borocotizó”, se dijo de muchos en esta última década. Este argentinismo se dio a raíz del paso de Eduardo Lorenzo Borocotó del cavallismo al kirchnerismo tras ser recién electo legislador nacional.
Pero hubo tránsfugas célebres por sus inesperados cambios, por lo menos para sus fanáticos seguidores, como fueron el caso de Oscar Alende y Jorge Abelardo Ramos, quienes se unieron al gobierno neoliberal de Carlos Menem, quien también reclutó a la referente de la Ucedé María Julia Alsogaray.
¡Ay, que manga de tránsfugas!
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