martes, 15 de abril de 2014

¿Y la educación sexual en las escuelas para cuándo?

Diario UNO de Mendoza (página 10) 9 de abril de 2014

Tras los reiterados casos de adolescentes pariendo. Tras la estadística que dice que una de cada diez menores está embarazada o ha sido madre, vuelve la pregunta: ¿y la educación sexual en las escuelas para cuándo? Se trata de una ley, de una obligación del Estado, de ese mismo que todos los años se justifica haciendo anuncios de lo que va a empezar a hacer, o de “capacitaciones”, o de cuadernillos, de pruebas piloto. Algunas excusas, algún debate, y así se sigue sin enseñar nada.
No es nuevo. El doble discurso manipula y también mata, sobre todo por las consecuencias de los embarazos no deseados, así vemos como los mismos obligados a educar en sexualidad y anticoncepción no lo hacen y también criminalizan el aborto, aún los no punibles.
Parece que esos que por un lado son quienes levantan banderas y esgrimen un relato “progresista”, a la hora de actuar se acoplan a los dictámenes de los sectores más conservadores y reaccionarios, de esos que dictan moral y esconden pedófilos, esos que estigmatizan y “señalan caritativamente”, esos que son dueños del verdugo. En síntesis, arrojan ancla en vez de desplegar las velas.
Parece que a este Estado poco le importa que miles de niñas y pibas abandonen abruptamente su niñez, su adolescencia, que nuevos niños o niñas lleguen condenados, por lo general, a un mundo de privaciones materiales y afectivas. A un mundo violento e hipócrita que los obligará a crecer rápido, y donde en la primera esquina donde doblen a contramano los esperará una turba de sedientos linchadores, ciudadanos modelos, ejemplares y cansados.

La DGE flaquea y no defiende la laicidad, para que la cigüeña, el repollo o lo que sea o como sea se justifique, como un milagro, una casualidad, o una desgracia, y que todo pase, o se tape o se naturalice en tiempos de hipersexualización y el acoso en redes sociales. Claro, siempre está la justificación más fácil, que los chicos siempre tienen la culpa, esos pibes que históricamente cargan con el estigma maldito de la juventud, o sus familias tan poco típicas, o las condiciones en que viven, como si no fuera el mismo Estado el que promovió y promueve esas condiciones.
Que no se esté enseñando educación sexual en las escuelas –o que se haga a medias o mal– es parte también de la poca inocencia de quienes buscan llevar adelante el consecuente de sus consecuencias, son quienes controlan ese sector clave, el que reproduce y produce conocimientos, prejuicios y olvidos, los que en definitiva deciden qué se aprende o no, y qué nota se les pone.
Si sólo cumplieran un ápice de lo que prometen, de lo que están obligados, de los que los llevó a catapultarse en el poder, seguro las cosas serían un ápice mejor.
La ley exige que los cuerpos, el deseo, el placer, la reproducción, la diversidad, el acoso, el abuso sea hablado, analizado. Que todos y todas tengan el derecho de llegar a esa información, a ese conocimiento, a esas herramientas que potencien la individualidad, la subjetividad.

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