domingo, 7 de septiembre de 2014

Ese camión que gira hacia la derecha y echa humo por izquierda

Diario UNO de Mendoza (página 8), 3 de setiembre de 2014
No le hace falta el GPS ya que el destino está claro y los atascos se le destraban como por arte de magia. Para qué un mapa si las rutas son las mismas, sólo es cuestión de algunas variantes de camino. Como experto en trazados es él quien se encarga, sea como sea, de llevar la hoja de ruta en la mano y para eso nada mejor que ir, como lo hace desde hace años, acomodado del lado derecho, sentado en el lugar del acompañante en ese camión que parece indestructible. Maquina que intimida, y si es necesario atropella, y por ese miedo que causa es que se le rinde pleitesía. Hierros y tecnología en modernos monstruos sin misticismo.
Es obvio que este sujeto es más que un acompañante. Ve el mundo desde ese balcón móvil, hace un paneo de un escenario que no es tan acotado aunque si finito, y que lo tiene como protagonista. Baja la ventanilla para dar órdenes o para señalar, para mostrarse.
No sólo es responsable de las marchas y contramarchas de su motor, sino de una parte del engranaje al que pertenece. Quien aprieta el acelerador espera su voz, la de quien conduce mas allá de que no necesite ni tocar ni transpirar el volante.
El camión bien podría estar pintado de rojo, ya que es dependiente de Independiente, es un vehículo que se diversifica y tiene tentáculos que se pueden transformar en aguijones. En el pillaje saca ventaja. Este armatoste de las rutas y los pasillos se impone y no sólo esta sobrado en tamaño sino de esos detalles que desaceleran contratiempos, que arrasan cuando algo parece interponerse a los ritmos propulsados por subsidios y cargas garantizadas por algún monopolio o el asesinato de algún sistema férreo, o algo así tan confuso como para que pase desapercibido, o parezca un espejismo más sobre la ruta.
La caja de este camión tiene la capacidad de llevar de todo, de contener todo lo necesario para satisfacer las necesidades que constituyen al camionero que no es camionero. Y allí dentro se transporta desde bombos y banderas de viejos y nuevos partidos, hasta los encargados de colgar pasacalles donde lucen los rostros de los aliados siempre en el poder. Allí también viajan quienes tocan esos bombos de calcos cambiantes que condicionan y ordenan el ritmo en un acto o en una tribuna.
El camión puede contener tanquetas, itakas y gendarmes si es que hacen falta desalojar a esos que marchan por el lado izquierdo de la ruta obligando a piruetas y humo de frenadas.
La caja del camión también se caracteriza por trasladar y hacinar trabajadores rurales, esos que para algún senador nacional si reciben planes sociales encarecen las cosechas y debilitan las arcas de sus financistas.

El camión no va solo, son una flota, una flotilla. Y a la hora de reunión en la mesa también están las camionetas, utilitarios y estacionamientos y peajes. Están los grandes y los chicos que aprenden de los mayores. Los más jóvenes tienen tareas específicas en lugares estratégicos donde se consiguen leyes, subsidios, prestamos o habilitaciones; donde se puede dar un portazo sin puertas o irse sin levantarse de la banca y arribar sin haber despegado. Es donde se sellan acuerdos de nuevos proyectos con viejos socios y con viejas recetas.
La cartelera central y todas las cueces las tiene, desde hace un buen tiempo, el camión, pero alguna vez lo fueron los ladrillos o los fraternales, y en otras los del oro negro... Y hay quienes recuerdan el boom de los metaleros a la hora de cambiar con sus camperas de cuero y cadenas las formas hacia adentro.
El camión concentra, se diversifica y, sobre todo, avanza, jamás descontrolado, gira hacia a la derecha y hecha humo por la izquierda.

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