miércoles, 26 de agosto de 2015

Arde Tucumán, pero con sus votos, dicen que está todo bien

Diario UNO de Mendoza (página 10), 26 de agosto de 2015

Todo está bien en Tucumán –dicen– por más que arda, que ardan sus calles y las urnas. En Tucumán está todo bien –argumentan– por eso ganó el oficialismo y el fuego de la represión. En Tucumán está todo bien, el caciquismo está aceitado en todas sus formas, lo ilegal tiene marco jurídico y punteros para su ejecución.
En Tucumán están los acoples (los de los gobernantes y los de la oposición), esas listas espejo, o lemas o paralelas, esas formas de inflar, con recursos económicos, un sello, lo que se manifiesta en miles de candidatos y boletas, en hampones custodiando las escuelas, en matones golpeando fiscales, incinerando votos o llenando las urnas antes de la votación, en síntesis serviles al poder para conservar el poder.
En Tucumán no falta comida, está en bolsones y se reparte el día de las elecciones. Y esto está bien, porque lo hace la gente del ganador como ya lo hizo antes la gente de los que ganan –explican–.
Peronistas, radicales y macristas quemaron urnas, y no crean que los Bussi están allí para proteger la democracia y las libertades. Pero dicen que en Tucumán está todo bien cuando la amenaza y la extorsión es moneda corriente.
El puñado de militantes de izquierda el domingo no pudo entrar a cuidar sus boletas y terminaron con los huesos rotos y presos, pero en Tucumán está todo bien, ya que ganó el oficialismo, el ex ministro Manzur festejó con el próximo presidente Scioli, mientras en la plaza, otra vez, corría sangre, mientras la bronca tomaba forma Alperovich hablaba de elecciones complementarias o hasta de abrir todas las urnas, sabía que el fraude precedía a la elección.
Algún parche tapará lo que haya que tapar, pero en Tucumán explican que está todo bien.
Hay bastones, balas de gomas y gases en Tucumán. Hay gente reclamando, asqueada, pero sus argumentos son desvirtuados y estigmatizados; se los oculta detrás de el triunfo oficialista o de la campaña de los que los gobernaron unos años antes. Están también los oportunistas e hipócritas, tan peligrosos como sus socios a los que dicen enfrentar.
Y así un resultado electoral tapa el humo y los gases, los presos políticos, las complicidades, las políticas económicas. En Tucumán hay un régimen que se desmadra, que como en el resto de las provincias y la Nación las cabezas ya no sostienen ni sus propios tentáculos.
La trampa, la represión tiene responsables y ejecutores. Tiene cómplices, y silencios forzados. También tendrá chivos expiatorios.
En un año electoral, el Tucumán desdoblado era algo más que una elección. Es campaña. Con más de un millón de electores y con gobierno ultraoficialista se puso en juego, además de conservar la administración del Estado y sus recursos, parte de la simbólica con vistas al 25 de octubre y lo que se viene; y así quedó plasmado: votos y balas de goma.

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