Diario UNO de Mendoza (página 8), 11 de noviembre de 2015
La democracia, como necesidad y símbolo de conquista social y política, como sistema para defender y cambiarlo estructuralmente ha entrampado, para el domingo 22, a muchos ciudadanos y ciudadanas para que “elijan” entre el menos peor, entre el menos parecido a lo peor del pasado. Y los días corren y los dos candidatos (que por cierto fueron los más votados) siguen dando a conocer sus colaboradores, su equipo y ratificando así la naturalización de la corrupción, la mentira y la hipocresía.
El desfile de futuros ministros muestra cómo se reciclan los parásitos, cómo se retroalimenta la carroña.
Se alejan de las ideas, saben que el sentido común las combate. A diario se reubican estratégicamente con un destino que se les agota en 11 días. Son vendedores de frases, que se han aliado a los viejos prejuicios para combatir la chance del contrario que se les parece.
Los matices que nos presentan están pensados por operadores, por publicistas. Así, estas empresas que van “poniendo” presidentes por distintas latitudes escriben los libretos y les hacen repetir a su jefes, los candidatos, un decálogo de frases hechas, un compendio básico de buenas intenciones a la que casi nadie rechazaría, y alguna que otro promesa de esas que las encuestas la marcan como la preocupación más recurrente. A uno le darán globitos llenos de humo y un importado escenario redondo, a otro un atril que luego se corre para un poco de música pegadiza y pegajosa; y así buscarán convencer para que elijamos de la góndola que tiene dos cervezas, por más que estemos convencidos que queremos vino, y que de última tomaremos agua.
Hay todo un aparato ideológico montado por reconocidos intelectuales que eclécticos mezclan teorías por más inconmensurables que sean para mostrar que el otro es más de derecha, mientras su candidato ya anticipa castigo para los piqueteros, muchos de los cuales fueron parte fundante del sello que lleva en su boleta. Quizás ese intelectual prefiera los palos, balas de goma y gases lacrimógenos de policías y gendarmes antes que las espadas de la Santa Inquisición, de los caballeros de la castidad custodiando a sus filántropos libremercaderes. En síntesis: represión.
El fanatismo religioso ya ubica a sus laicos para el próximo gobierno, en uno y otro bando están listos para sacudir esa obscenidad que es la libertad, la decisión, la autonomía.
Denuncias, acusaciones y futurología es lo que nos propone este nuevo escenario, no el del balotaje sino el de la puja entre estas dos derechas que buscan ubicar a los administradores del Estado, ese que los ha proyectado, ese al que han expoliado y al que seguro buscarán esquilmar.
Y así el 22 algunos irán convencidos, varios por el menos peor y otros por dejarlos en evidencia.
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