jueves, 26 de noviembre de 2015
Espejada, pero se desconoce, se niega y se reconoce
Como cautivante fue definido ese enorme y vistoso monstruo que se llamó Balotaje y que se caracterizó por tener dos manos derechas.
Saluda la derecha. Se menea de un lado a otro mostrando su blanca y sucia palma. Sigue saludando, se eleva al cielo y desciende fortalecida sobre una mejilla, va de un lado a otro feliz tras superar a la otra derecha.
La otra derecha, un tanto tristona, se saca el sudoroso guante izquierdo, que usaba de a ratos, que la entorpecía, que tanto la incomodó y el que al final ya no le fue efectivo, pero ella siempre educada saluda a la ganadora, y le deja unos besos para los financistas que las ha encremado a ambas con manicura incluida.
Derrotada pero sabia y consecuente, la perdedora seguirá adoctrinando con palmaditas y creando la ilusión de ser ambidiestra, mostrando nudillos que no le son propios y yagas prestadas.
Mueve los deditos la derecha ganadora, esos con que manipula los hilos de los lamentables aliados que traicionaron los ideales fundantes de sus cerebros para combatir a la derecha de la cual ahora son parte del gobierno. Es también con esos hilos con los que se escriben editoriales golpistas reivindicando a sus a queridos viejos genocidas.
Exultante y dueña de la gestión dice que sabe hacer magia, que tiene tacto, ese con el que se vulneran cajas fuertes.
La derecha perdedora ya había avisado que iba a cachetear, y la ganadora, que sería prolija y trataría de no embadurnarse cuando se metiera en la lata.
La derecha perdedora culpa de su fracaso a la izquierda por no apoyarla, y así arma corito y coreografía para que lo repita, lo señale y la acuse, y así de paso y, sobre todo, tapa, esconde y justifica el abandono de los compañeros con los que comparten la marchita (sindicalistas, empresarios, caciques y barones) que estuvieron del lado del enfrente, o sea, con la derecha ganadora, la que también mostró consigo a varios de los que compartieron fórmulas y gabinetes con la otra en tiempos florecientes.
Ambas derechas se saben atadas, pero la perdedora se sintió soltada, no suelta.
Tienen la habilidad de aplaudir, de aplaudirse siendo las dos derechas.
Y también ambas saben usar el índice que para que otros empuñen la herramienta. Ambas enjugan el ápice del anular para contar billetes. Una uña escribe sobre excremento: “No todas las derechas son iguales”, y es que están las más liberales, las más nacionalistas, las más fascistas, y así se reordenan según sus necesidades y sus gustos para vestir sus antebrazos y muñecas según la ocasión.
Manos espejadas y esquizofrénicas que cuando te dan algo es porque no les queda otra, cuando se dejan caer no que es que hayan caído, sólo descansan o toman distancia para hacer más daño cuando golpean.
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